"(...) En su ultimo libro (Fuego y cenizas, Taurus, 2014) Michael Ignatieff,
el escritor y académico canadiense que compitió con Stéphane Dion por
el liderazgo del Partido Liberal, autor de obras esenciales sobre
conflictos étnicos, rememora el agrio debate suscitado en plena campaña
por su respuesta a un periodista que le había preguntado si Quebec era
una nación: “Por supuesto que lo es”, dijo, si bien de ello no se
deducía un derecho a tener su propio Estado.
La polémica tuvo un
inesperado desenlace: el primer ministro conservador Stephen Harper se
apropió de la idea e hizo aprobar una moción parlamentaria en la que se
reconocía que los quebequeses constituían “una nación en el seno de un
Canadá unido”.
El nacionalismo podría hoy definirse como la
ideología de quienes creen que a toda nación le corresponde su propio
Estado; es decir, que creen en el viejo principio de las nacionalidades.
La autodeterminación nació como procedimiento para democratizar ese
principio, supeditando su aplicación a una votación que ratificase el
deseo de independencia. Pero en los últimos decenios el procedimiento se
ha convertido para los nacionalistas en un derecho en sí mismo: la
pasada primavera, Artur Mas se dirigió a las instituciones europeas
pidiendo ayuda para hallar una salida “en la que todos ganemos”, que
pasaba necesariamente por la realización de la consulta por la
independencia.
El argumento del president fue desafiar a esas
instituciones a “demostrar que Cataluña no es una nación”. Hay un
derecho inmanente a toda nación que no necesita justificación; basta con
demostrar su condición de tal.
“Lo que yo rechazaba del
separatismo”, escribe Ignatieff, “no era el orgullo sobre la
nacionalidad, sino la insistencia en dotarse de un Estado, la creencia
en que los quebequeses debían elegir entre Quebec y Canadá”, lo que
“muchos” de ellos “siempre habían rechazado porque sentían lealtad hacia
ambas (…).
Que los separatistas les obligaran a elegir una única parte
de sí mismos equivalía a una especie de tiranía moral”.
Tanto Dion
como Ignatieff han reiterado ese argumento cada vez que han visitado
España en los últimos años: un territorio con ciertas características
singulares puede calificarse de nación o nacionalidad, pero dos naciones
pueden compartir un mismo Estado y el considerarse tales no implica sin
más el derecho a separarse y formar un Estado nuevo. (...)" (¿Hay margen para un nuevo pacto?, de Patxo Unzueta en El País, en Caffe Reggio, 30/07/2014)
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