13/8/14

Que los separatistas le obligaran a elegir una única parte de sí mismo equivalía a una tiranía moral

"(...) En su ultimo libro (Fuego y cenizas, Taurus, 2014) Michael Ignatieff, el escritor y académico canadiense que compitió con Stéphane Dion por el liderazgo del Partido Liberal, autor de obras esenciales sobre conflictos étnicos, rememora el agrio debate suscitado en plena campaña por su respuesta a un periodista que le había preguntado si Quebec era una nación: “Por supuesto que lo es”, dijo, si bien de ello no se deducía un derecho a tener su propio Estado.

 La polémica tuvo un inesperado desenlace: el primer ministro conservador Stephen Harper se apropió de la idea e hizo aprobar una moción parlamentaria en la que se reconocía que los quebequeses constituían “una nación en el seno de un Canadá unido”.

El nacionalismo podría hoy definirse como la ideología de quienes creen que a toda nación le corresponde su propio Estado; es decir, que creen en el viejo principio de las nacionalidades. 

 La autodeterminación nació como procedimiento para democratizar ese principio, supeditando su aplicación a una votación que ratificase el deseo de independencia. Pero en los últimos decenios el procedimiento se ha convertido para los nacionalistas en un derecho en sí mismo: la pasada primavera, Artur Mas se dirigió a las instituciones europeas pidiendo ayuda para hallar una salida “en la que todos ganemos”, que pasaba necesariamente por la realización de la consulta por la independencia. 

El argumento del president fue desafiar a esas instituciones a “demostrar que Cataluña no es una nación”. Hay un derecho inmanente a toda nación que no necesita justificación; basta con demostrar su condición de tal.

“Lo que yo rechazaba del separatismo”, escribe Ignatieff, “no era el orgullo sobre la nacionalidad, sino la insistencia en dotarse de un Estado, la creencia en que los quebequeses debían elegir entre Quebec y Canadá”, lo que “muchos” de ellos “siempre habían rechazado porque sentían lealtad hacia ambas (…).

 Que los separatistas les obligaran a elegir una única parte de sí mismos equivalía a una especie de tiranía moral”.

Tanto Dion como Ignatieff han reiterado ese argumento cada vez que han visitado España en los últimos años: un territorio con ciertas características singulares puede calificarse de nación o nacionalidad, pero dos naciones pueden compartir un mismo Estado y el considerarse tales no implica sin más el derecho a separarse y formar un Estado nuevo. (...)"           (¿Hay margen para un nuevo pacto?, de Patxo Unzueta en El País, en Caffe Reggio, 30/07/2014)

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