"(...) Stéphane Dion (Quebec, 1955) dictó recientemente en Barcelona una
conferencia sobre la receta federal de Canadá y las reglas fijadas en la
ley de Claridad (2000) tras los referéndums fallidos de 1980 y 1995.
(La sentencia del TC sobre la declaración de soberanía del Parlament de
Catalunya cita como referencia la resolución del Tribunal Supremo de
Canadá, de 20 de agosto de 1998, que luego se recogió en la ley de
Claridad).
Ahí van, a vuela pluma, los apuntes del debate en el que
participé: “El federalismo está hecho a medida de las democracias que
tienen poblaciones diversas y concentradas territorialmente. Se ajusta a
las sociedades multiétnicas o multilingües. En realidad, el federalismo
es para algunos países la única forma constitucional de gobierno que
les conviene. Este es el caso de Canadá”.
Sentado este principio, Dion
advirtió: “Pero para que funcione, es preciso que los miembros de cada
grupo se sientan también miembros del país en su totalidad y que se
muestren solidarios con sus otros conciudadanos. Es preciso invitarlos a
que conciban la vida en sociedad de manera distinta que sólo a través
de su modelo de nacionalismo”.
Desde esta óptica, explicó que democracia y secesión han sido hasta
hoy dos fenómenos antitéticos: “Si examinamos los casos de federaciones
que han sufrido un proceso de secesión o de disolución en la época
moderna, constatamos que ninguna podía ser considerada como una
democracia bien establecida, es decir, que haya vivido como mínimo diez
años consecutivos de sufragio libre y universal”.
Sin embargo, ello no
quiere decir que la secesión sea imposible: “Existen movimientos
secesionistas en las democracias bien establecidas y siempre es posible
que uno de ellos logre la secesión. Entre las democracias cuya unidad
está más amenazada figuran una federación descentralizada (Canadá), dos
países anteriormente unitarios que se han transformado en una federación
(Bélgica) y una cuasi federación (España), y un país unitario que ha
sufrido una regionalización (Reino Unido)”.
Según Dion, para frenar los ascensos secesionistas es preciso que los
defensores de la federación atiendan las demandas de las comunidades
insatisfechas, pero deben hacerlo sin caer “en una estrategia arriesgada
y probablemente ilusoria”, que califica como estrategia del
contentamiento: “Puesto que los secesionistas quieren todos los poderes,
se les concederá una parte deseando que los menos radicales queden
satisfechos.
Si no se contentan, quiere decir que no se han transferido
todavía suficientes poderes. Por tanto, es preciso agregar otros… No es
seguro que este razonamiento funcione. Los secesionistas no quieren
poderes por unidades: quieren un país nuevo. Reciben cada concesión como
un paso más hacia la independencia. (…) Nos sentimos como en una
situación intermedia entre la unidad y la secesión, una especie de
separación a medias”.
Su conclusión: “Es fácil adivinar cuál sería la reacción en el mundo
si una federación democrática y descentralizada como Canadá se rompiese:
se diría que ha muerto por una sobredosis de descentralización, de
tolerancia, en definitiva de democracia… La razón por la que me lancé a
la política en 1996 es porque quiero oír lo contrario.
Quiero que en
todo el mundo se repita: ‘Podemos confiar en nuestras minorías,
permitirles que se sientan realizadas, porque así reforzarán nuestro
país, exactamente como Quebec refuerza a Canadá’. Un federalismo eficaz
es algo más que un sistema de gobernanza: se trata de un régimen que
vincula el aprendizaje de la negociación con el arte de la resolución de
conflictos.
La apuesta del federalismo es reconocer que en un país la
diversidad no constituye un problema, sino una oportunidad, una fuerza,
un activo valioso. Es preciso que la federación canadiense gane esta
apuesta… Les dejo a ustedes mismos juzgar el destino que desean para la
suya”. (RAFAEL JORBA, LA VANGUARDIA, 29.03.14, en Miquel Iceta, 29/03/2014)
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