"(...) Es difícil comprender cómo el líder del independentismo catalán, el Moisés redivivo de la campaña electoral del 25-N de 2012, el político al que su consejero Santi Vila ha definido como el de la carrera “más desdichada”, evocador de “un verdadero héroe de tragedia griega”, no estuviera defendiendo con convicción y argumentos la proposición de ley del Parlamento catalán.
Declinó la responsabilidad en unos comisionados aseados pero de visibilidad escasa en la opinión pública española y con poca altura parlamentaria que no ofrecieron sensación de poderío: Turull estuvo plano; hábil y empática Rovira –pero con argumentaciones tramposas– y desordenado (a veces ininteligible) Joan Herrera.
Artur Mas habría estado mejor que cualquiera de los tres y que la suma
del trío.
Y en vez de tres tenores que, en ocasiones, no coincidían en
los conceptos, habríamos tenido un barítono inequívoco.
Según Marsé –un literato con una vis política especial– Mas “se mueve a piñón fijo, como las bicicletas del pasado, en las que si parabas de pedalear te pegabas la gran costalada”.
¿Ha dejado de pedalear el líder catalán?
En cierta manera ayer sí lo
hizo, porque para reclamar la consulta sobre la independencia de
Cataluña en una ceremonia parlamentaria en el Congreso, hay que estar
aquí y no en el Palau de Sant Jaume. Una declaración a las tantas de la noche no remedia ni excusa la ausencia. No estamos para sucedáneos en tema de tanta importancia.
Escribe
Marsé que Mas “camina ligeramente inclinado con la mano en el flato y a
ratos puede parecer un robot afectado por un desajuste mecánico. Reúne bastantes semejanzas con el famoso Madelman y,
lo mismo que este aventurero articulado, corre el riesgo de que le
pillen con el pie cambiado”. Cierto, y le pillaron: comparecer en el
Congreso era arriesgado; pero no hacerlo, también.
¿Qué lo era más? Creo
que ausentarse y delegar, porque la visibilidad del liderazgo se quedó
enturbiada y a estas horas no sabemos si el jefe de filas
independentista es el presidente de la Generalitat o Carmen Forcadell, presidenta de la ANC.
Debió
estar y no estuvo. Sigue escribiendo Marsé que Artur Mas “visto de
frente, es un señor sin historial político relevante vestido con un
traje oscuro que le viene ancho pero que él siente que le viene
estrecho, y visto de espaldas parece ser (parodiando a G.K. Chesterton una vez más) el hombre que necesita la patria”.
Pero la patria catalana le necesitaba ayer en Madrid, defendiendo con
una buena pieza oratoria que quedase troquelada en el diario de sesiones
las razones de una consulta para –en su propósito– romper con
trescientos años de “opresión” de España (la España no catalana) sobre
Cataluña.
Erró Mas. Erró gravemente. Porque si no estuvo donde debía permitió especulaciones varias: no vino porque no se atrevió o no estuvo porque el del Congreso era un trámite de un proceso-trampa que
terminará en unas elecciones catalanas en las que se cumplirá,
inexorablemente, esa carrera “desdichada” que augura su consejero de
Territorio y Sostenibilidad, Santi Vila.
Estos “héroes de tragedia
griega” suelen protagonizar el acto final que en los textos de los clásicos como Sófocles, Eurípides o Esquilo es cuando se desatan todas las pasiones y aparece la Parca y el Deus ex machina.
No acudir, además, aduciendo otrora odiosas comparaciones con Ibarretxe o argumentando que no estaba dispuesto a ofrecer la foto de una derrotaparlamentaria,
no es de recibo. Mucho más cuando el líder de la oposición y el
presidente del Gobierno subieron al estrado y expusieron planteamientos
que –de acuerdo o no con ellos– ambos eran de calado. (...)" (El “hombre que necesita la patria” no estuvo aquí, de José Antonio Zarzalejos en El Confidencial, en Caffe Reggio, 09/04/2014)
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