"Forma parte del mito de la nación catalana: durante la guerra de
Sucesión (que no de Secesión), los milicianos partidarios del archiduque
austriaco (dicen que catalán) Carlos, cuando cazaban a un incauto por
el campo, le obligaban a repetir el trabalenguas “setze jutges”. Si no
lo pronunciaba bien, consideraban que era un partidario del borbón
Felipe, que luego sería Felipe V, y le rebanaban el cuello.
Y hete aquí que 300 años después sigue reinando en España un Borbón.
Trescientos años de tiranía y opresión que pueden percibirse a poco que
uno pasee por las Ramblas. Los niños lloran porque no pueden hablar
catalán, los comerciantes se arruinan porque pagan impuestos para que
los extremeños se lo gasten todo en golferías como que sus hijos
aprendan a utilizar ordenadores, y así todo.
Como no se remedia la cosa, hay quien piensa en volver a poner en las terminales del Prat o del AVE a unos cuantos mossos d’Esquadra a controlar si los pasajeros que lleguen saben pronunciar eso de los jutges.
Confieso que yo ya estoy en ello, porque me gusta ir a esa Barcelona
sojuzgada en la que los madrileños nos sentimos dominadores desde hace
tres siglos.
A mí por lo menos me pasa. Miro Montjuïc y me imagino allí
subido disparando cañonazos sobre el Ensanche y viendo morir a los que
fueron mis amigos, destrozados por la metralla. Lo lamento, pero está en
mi alma, en mis genes centralistas de siervo borbónico.
Intentaré pronunciar bien el trabalenguas, pediré cita hoy mismo a
Jaume Sobrequés para que me guíe por las científicas jornadas en torno a
1714, aquel año en que mi grandeza alcanzó sus mayores cotas. Y le haré
el saludo fascista, que es lo que todos los madrileños hacemos al
levantarnos de la cama, para que no dude de mi calaña.
¿Alguien quiere un café? Pago yo, per això." (Jorge M. Reverte
, El País, 12 DIC 2013 )
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