12/9/13

El 'derecho a decidir' es la democracia directa... y no parece que sea eso lo que se pide en Cataluña

"Si un concepto ha hecho fortuna en Cataluña en los últimos tiempos ese es, sin duda alguna, el de "derecho a decidir". Las razones de su éxito son fáciles de deducir: a todo el mundo le encanta tener derechos -el tema de los deberes ya nos cuesta un poco más- y se trata de algo que parece incontestable porque la persona que ose cuestionarlo será acusada inmediatamente de mezquindad.

 Y es que solo desde la perfidia se pueden negar los derechos de un pueblo. Sin embargo, la realidad es que no se trata, precisamente, de un concepto diáfano, como trataré de demostrar. 

Para empezar, según Eva-Maria Poptcheva, doctora en Derecho constitucional y especialista en Derecho internacional, se trata más bien de un concepto de propaganda política que de un concepto con valor jurídico. 

Lo único que podría representar jurídicamente el derecho a decidir es la democracia directa, es decir, que la ciudadanía decida sobre cualquier asunto de forma directa y no a través de sus representantes, tal y como sucede en nuestra democracia representativa. (...)

A veces parece que lo que se puede decidir es ser independiente y otras, según palabras de Núria de Gispert, presidenta de la Comisión del Derecho a Decidir en el Parlamento autonómico de Cataluña, el ámbito de las decisiones es de lo más variopinto y propone hasta cinco cuestiones que van desde el concierto económico hasta que nadie se inmiscuya en cuestiones lingüísticas.

 Por supuesto, esta multiplicidad va totalmente en contra de la claridad de la pregunta como señala a Ley de Claridad canadiense de 2000 o el Código de Buenas Prácticas en Materia Electoral (2002) de la Comisión de Venecia. Entonces, ¿por qué se ha escogido un sintagma tan confuso? 

"Derecho a decidir" se empieza a utilizar en 2003 en el País Vasco en el conocido popularmente como Plan Ibarretxe. Ni esta Comunidad Autónoma ni Cataluña son colonias, ni sufren una dictadura ni son pueblos oprimidos -aunque uno podría creer lo contrario si lee los argumentarios de ciertos partidos políticos- así que no pueden acogerse al derecho de autodeterminación y de ahí que necesitaran de este invento de la neolengua nacionalista. 

Según la propaganda oficial, este es un clamor que surge del pueblo y por eso los buenos demócratas han de darle una respuesta pero, sin embargo, la realidad es que en 2006 se constituye la Plataforma del Dret a Decidir (PDD) subvencionada por la Generalidad. 

Seis años después, el Centre Unesco de Catalunya (Unescocat, que tiene más que ver con la Generalidad que le otorgaba generosas subvenciones que con la UNESCO) publica un informe titulado Del derecho a la autodeterminación al derecho a decidir. Un posible cambio de paradigma en la reivindicación de los derechos de las naciones sin estado, en el que se insta a sustituir el derecho de autodeterminación por el derecho a decidir.

Dicho informe está firmado por Jaume López Hernández que, casualidades de la vida, fue socio fundador y presidente de la PDD. Así pues, derecho a decidir es un neologismo creado desde el poder -y no por la voluntad espontánea del pueblo- para soslayar el derecho internacional, que no se utiliza en ningún otro país y que no se recoge en ninguna legalidad internacional. (...)"                (Sonia Sierra, Crónica Global, Jueves, 12 de septiembre de 2013)

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