24/6/13

Se dieron parecidas circunstancias que en la última carlistada, cosa que no puede entenderse sin conocer la impronta que ejerció la Iglesia sobre el varón joven de Vasconia

"–¿Qué ha querido decir con este libro?

– Mi libro es una descarga memorial, autobiográfica pero también coral. Trata de reflejar y analizar las circunstancias, los estados de ánimo por los que hemos pasado muchos de los nacidos tras la guerra.

 Entusiasmo en los 60, exaltación en los 70, pisar el suelo en los 80, hartazgo, náusea ante nuestra propia violencia en los 80-90, el terrible comienzo de siglo… He querido contar cómo vimos nosotros, desde el profundo yo, estas décadas. Cómo nos vieron los otros, también: la gran masa sociológica que no era ni franquista ni antifranquista.

 Durante la dictadura, ya en los 60, la vida podía ser tranquila y agradable sin libertades, sin ‘meterse’ en nada. Tratar de calibrar cómo nos vieron en el resto de España –el ‘Estado español’ lleva quinientos años llamándose España–, en Europa, incluso en América un poco. (...)

...nos creímos argelinos, cubanos, negros americanos o vietnamitas. En 1968 dejé de ser una chica antifranquista para subirme al vagón del nuevo nacionalismo, el que nada-tenía-que-vercon-el-de-los-viejos y los rechazaba por pusilánimes, agotados, por ‘burgueses’. 

Peor aún, presos de crasa ignorancia, comenzamos a mirar por encima del hombro al resto de españoles, a identificarlos con la sumisión o la complacencia, incluidos los catalanes, a los que veíamos timoratos, demasiado para estar tan pagados de sí mismos. Pero ¿qué sabíamos entonces de la España vencida? ¿Y de la vencedora que ayudó a los vencidos? Nada.

– En el libro habla sobre las cifras de la guerra de 1936. – La narrativa sobre ‘lo nuestro’ era patética: solo héroes derrotados. Nos creímos que la guerra, las fosas comunes, la represión, los ‘topos’, la dictadura habían sido solo para los vascos, cuando la represión fue tremenda en el Levante, en Extremadura, Castilla, Alicante, Madrid, Barcelona…. 

Incluso ahora, hay quienes no quieren enterarse más que de lo ocurrido aquí…Y sólo en uno de los bandos. Navarra, con sus 3.000 muertos, Vasconia entera con sus cerca de 5.000, se pierden en los recuentos de esa catástrofe colectiva. ¿Resistencia antifranquista? ETA nace cuando son aplastados los últimos maquis en España. Esto no se dice.

– Comenta en el libro que le molesta el victimismo vasco. – Sí, claro, me abochorna como persona y como historiadora. Soy hija de exiliados. En Chile yo era chilena, no exiliada. Hace poco ha fallecido Karmele Rotaetxe, de Euskaltzaindia, nacida en Bilbao en 1932. Una gran persona. 

Se ha llegado a escribir, sin pestañeo, que se exilió en Francia a causa de la guerra. ¡Pero si tenía cinco años! Aun más divertido: un venezolano nacido el 67, vástago de una ilustre familia navarra, figura en su currículo como nacido en el exilio. Será el de sus padres o abuelos ¿no? A no ser que se trate de una licencia poética, a lo Vintila Horia.

– ¿Hemos sido siempre victimistas?

– Lope de Aguirre puede. Pero el resto no, bien integraditos en una corona que les abría las grandes puertas de América. El victimismo viene con el declive del imperio español. Puede que la peor herejía que nos infligió el franquismo haya sido la actitud dogmático-religiosa que tuvimos que fabricar para combatirlo.

 Mitxelena lo vio claro, se dieron parecidas circunstancias que en la última carlistada: sacralización de la violencia, cosa que no puede entenderse sin conocer la impronta que ejerció la Iglesia sobre el varón joven de Vasconia. También hubo una frontera acogedora –el santuario–, una insuficiente intelectualidad laica y otras cosas.

 Nuestros errores –arrogancia, dogmatismo, la absolutización religiosa de lo identitario– no deben de volver a repetirse, nunca, nunca más.

– ¿Piensa que la declaración de cese de ETA de 2011, al aflojar la tensión, permite reflexionar sobre ‘cómo pudo pasarnos esto’?

–Por fortuna, el hartazgo de nuestra generación, y las más jóvenes, parece haber alcanzado al final a la misma ETA. Desde esa fecha se tiene la sensación de estar recuperando la libertad, la dignidad, muy poco a poco, como cuando se sale de una larga enfermedad. 

Ya no hay tanto miedo a hablar, a escribir. Pero, aún así, yo lo vivo como una situación de libertad provisional, puede que me equivoque. Es el escarmiento.-"   
  (EL CORREO 03/06/13, ENTREVISTA IDOIA ESTORNÉS, autora del libro de memorias: ‘Cómo pudo pasarnos esto’, en Fundación para la Libertad)

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