"Cataluña. Vengo denunciando desde hace años que el problema no son los independentistas o los nacionalistas: somos el resto,
es España, que se mueve entre el miedo, la cobardía y el desprecio a
los que se sienten diferentes, sin encontrar un punto intermedio y
razonable.(...)
Así, el primer problema que se nos plantea es la posición, mejor la
falta de una clara posición, del primer partido de la oposición, que
hace poco más de un año lo era de Gobierno. Sorprende ver como el PSOE
está prisionero de unas contradicciones inaceptables para un partido con
vocación de gobernar.
El PSC ha propuesto, ante el enojo callado de sus
compañeros del resto de España, que los catalanes puedan decidir su
relación con el resto, olvidando que en Cataluña se aprobaron la
Constitución y dos Estatutos para enmarcar la convivencia de los
catalanes entre ellos y con el conjunto, y aceptando de esta forma que
la soberanía que reside en la nación es una e indivisible.
La debilidad argumental e ideológica de los socialistas catalanes ha provocado un terremoto entre los dirigentes del PSOE, que proponen la modificación de la Carta Magna en una dirección federal. ¿Qué querrán decir? (...)
Ahora bien, también los grandes partidos están obligados a poner límites
políticos claros, que hoy son definidos por la Constitución del 78, a
una parte de la sociedad catalana. Pueden ser modificados, pero para
ello es imprescindible una expresión mayoritaria de la sociedad
española, no sólo de una parte.
Desde esta imprescindible convención
podemos hablar de todo, hasta del derecho a separarse del resto de los
españoles, que hoy se puede defender sin trabas pero que adolece de un
procedimiento adecuado para convertirse en derecho positivo real.
Este
camino, sin duda difícil y traumático, debe ser claro y pacífico,
también sin engaños pueriles a la sociedad catalana: la separación no
tiene retorno y les deja ante los problemas que tienen todos los Estados
sin esperar ayudas gratuitas y desinteresadas por parte de agentes
externos.
Pueden defender el derecho a romper con el resto, pero no el
derecho a decidir ya recogido y que nos ha permitido votar en elecciones
y en referendos, tres ya en Cataluña desde 1978." (El Economista, 18/01/2013)
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