"La independencia de una región o un país
podrá defenderse por razones personales o culturales –yo ahí no me
meto- pero no económicas. No se trata de decir si es es viable como país
independiente, que lo sería, pero a muy largo plazo y tras una factura
imposible de asumir.
Se trata de qué coste estamos dispuestos a asumir por esa independencia.
Al menos en mi época en Navarra se decía “la independencia nos costará
100 años de pobreza pero seremos libres”. Honestidad. Suicida, pero
honesto.
Nos prometen que
aumentará la esperanza de vida –lo juro-, las pensiones y que el paro
desaparecerá si Cataluña es independiente. Y desde Madrid se nos asegura
que es malísimo para Cataluña, pero que al resto de españoles les
beneficiará si se separan porque las empresas catalanas emigrarán a
otras regiones y todos nos repartiríamos la misma tarta sin coste. Falso. El capital se irá. De todos.
Al día siguiente de la independencia, agárrense porque en los dos lados vienen curvas:
* El efecto Irlanda: el
problema de Cataluña y de España es que el endeudamiento público y
privado es insostenible y la estructura gubernamental hipertrofiada.
Juntas y separadas. No atacar ese problema antes de entrar en
aspiraciones nacionales es suicida.
Lo que mis amigos nacionalistas
dicen de “eso se arreglará después cuando seamos libres” es falso. La
hipertrofia estatal, el destrozo de la seguridad social, servicios y
pensiones y la corrupción se disparan siempre después de procesos
secesionistas. Y lo pagan los ciudadanos. Siempre.
Cataluña
gasta un 15% más de lo que ingresa. Si se independiza bajarían los
ingresos y subirían los gastos. La Generalitat suele comparar a Cataluña
con Irlanda o Finlandia. El “efecto desplazamiento” (crowding out) del
Estado y de los rescates bancarios –a ver quién iba a pagar el rescate
de los bancos catalanes ante la avalancha de morosidad- es muy
relevante.
A ver quién iba a cubrir las necesidades de refinanciación
de una Generalitat que gasta 15.000 millones al año, cada mes 400
millones de euros en sueldos y facturas, con más de 150 coches oficiales
y un “país” cuyo gasto publico hoy es de 33.500 millones anuales.
Para
que se hagan una idea, la primera empresa industrial de España, que es
siete veces más grande que Cataluña en PIB equivalente, paga dentro del
país unos 700 millones de euros de sueldos, incluida alta dirección, y
tiene siete personas con derecho a coche.
* El mismo acceso a crédito que Malta, Chipre, Macedonia, Estonia…
¿De dónde va a sacar 8.000-9.000 millones de crédito anual? Ante una
independencia, la dificultad de acceder al mercado de capitales haría
que todas las pocas posibilidades de financiación fueran destinadas al
Estado para tratar de evitar el impago y mantener su estructura. Y
ningún inversor apoya un país, España o Cataluña, que emplea sus
recursos financieros en gasto corriente y clientelismo.
* España a nivel de Portugal.
En el resto de España pasaría lo mismo. Financiarse a muy corto plazo
con cantidades ínfimas. Ya ocurre hoy y se está llevando por delante el
acceso a crédito de empresas y familias. El efecto multiplicador sería,
cuando menos, inasumible.
* El efecto Macedonia: Macedonia
es un Estado independiente que está vetado en la UE por Grecia. Si
España veta mientras se enzarzan en el “cuanto me debes, donde está lo
mio” –y ocurriría- tienen un país independiente con una moneda en caída
libre. Desplomaría también los ingresos de España, al quebrar muchas
empresas catalanas que “exportan” al resto y tienen deuda en euros.
Y,
por supuesto, hundiría el PIB y los ingresos de Cataluña, que tendría
que hacer impago sobre su deuda, llevándose por delante a la deuda de
España, que incluye garantías y avales a entidades catalanas.
* El efecto Estonia:
adiós derechos sociales. Me parto leyendo que la independencia
mejoraría las pensiones. Todos los países que se han independizado –y
entre ellos muchos son ricos en petróleo y gas, que nosotros solo
tenemos en sueños- han visto sus sistemas de pensiones y de Seguridad
Social colapsar. Pero es que el efecto sobre la deuda del Estado español
sería devastador, hundiendo la Seguridad Social y pensiones, que están
invertidas hasta un 80% en deuda soberana.
* El efecto Azerbaiyán:
uno de mis colegas, Ilkin, que ha visto a una generación empobrecerse
en las independizaciones de los países de la URSS y bálticos, me permite
darles a ustedes el ejemplo de lo que pasa tras la independencia. El
pillaje político y la corrupción se disparan aún más. “¿Se quejan
ustedes de clientelismo y corrupción? Aumentarían. Todo para decrecer
durante cinco o diez años, empobrecerse y luego crecer”.
* El efecto Escocia: David Cameron lo ha dicho claro: “se quedan su parte de la deuda del Reino Unido, pero no la libra”. UBS en su informe “Can Catalonia Leave? Hardly”,
estima que la deuda de Cataluña pasaría a ser un 78,4% del PIB tras
absorber la parte correspondiente de la deuda del Estado.
Incluso si
esto no fuera así y declarase la parte que le corresponde del Estado
como “odiosa”, su déficit anual superaría el 3,7% actual, porque los
supuestos “déficit fiscales” se gastarían con creces en cubrir los
gastos nuevos –UE, OTAN, nuevas estructuras estatales y el incremento
del coste de la deuda- que rondaría el 10% solo extrapolando la prima de
riesgo de la deuda de Cataluña actual.
Lo interesante es que se
llevaría por delante al Estado español, cuya deuda probablemente vería a
la prima de riesgo a 600/700 puntos básicos al aumentar el déficit.
* El efecto Gales: si
Cataluña declara odiosa la deuda correspondiente del resto del Estado,
ya puede decir adiós a transferencias, avales y a recuperar el déficit
fiscal.
Cuando casi la mitad de las “exportaciones” de Cataluña son a
España, un efecto reducción de comercio “normal” entre las dos partes
implica una caída del PIB de 10-15% en Cataluña y de 2-4% en el resto de
España, con lo que la deuda de las dos partes se dispararía y la
solvencia se desplomaría.
España y Cataluña separados. “Short and Shorter”
Los números son absolutamente atroces para los dos. No es suma cero. Dos menos uno aquí es igual a menos que uno. Porque
no descontamos la fuga de capital, el “crowding out” de los Estados y
la pérdida de acceso de las dos partes al mercado de capitales.
El
déficit fiscal que Cataluña reclama -aunque en 2010 fuese superávit
fiscal- se lo gastaría en gran parte en crear más estructuras estatales,
pagar a la UE y la OTAN y cubrir el incremento del coste de deuda. Y
seamos claros, ningún inversor que yo conozca se cree ese déficit.
No hay comentarios:
Publicar un comentario