Además del miedo y la rabia inherente a tal injusticia, sufrir esta amenaza implica toda una serie de sacrificios. Manoli, por ejemplo, tuvo que renunciar a tomarse un café improvisado con las amigas o a algo tan simple como ver la vida transcurrir por su ventana -vive con las persianas bajadas por motivos de seguridad-.
En el primer atentado que sufrió, allá por el año 2000, un cóctel molotov impactó en la pared de su casa. El fuego se quedó a un metro de su cama. "Desde entonces no he vivido un año sin que me pasara algo. Aguantas porque tienes claro por qué lo estás haciendo, pero nunca te acostumbras a la impotencia".
El último de los ataques sufridos por esta concejal socialista fue en la noche del domingo pasado, a las 23.45. Los radicales lanzaron dos bombillas llenas de pintura con los colores de la bandera española, rojo y amarillo, contra su domicilio. Con la llegada del nuevo alcalde, el peneuvista Julián Eizmendi -reemplazó al de ANV, Iñaki Errazkin, tras negarse éste a condenar el asesinato de Inaxio Uria a manos de ETA- algo ha cambiado: "A las seis y media de la mañana ya estaban limpiando la pintura, cuando antes tenía que esperar hasta dos días". (El País, ed. Galicia, España, 24/02/2009, p. 19)
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