“En la misma línea abunda la escritora Irene Lozano, que acaba de publicar “El saqueo de la imaginación”, sobre las manipulaciones del lenguaje: “No creo que haya un nuevo patriotismo que se haya encauzado a través del triunfo de la selección. El fervor popular ante una victoria futbolística es antiguo, lo que pasa es que aquí no se vivía desde hacía varias décadas. Mucha gente, y sobre todo gente joven (los más dispuestos a salir a la calle celebrar cualquier cosa), ha llevado la bandera de España tranquilamente: es la de su país, y no le da más vueltas. La identificación con una enseña es emocional y tan comprensible es que les dé urticaria a las generaciones de más edad como que los jóvenes la lleven para manifestar externamente su apoyo a la selección sin acordarse de Franco. (Te diré que me hacían los ojos chiribitas cuando he visto a mi hijo ponerse de pie al sonar el himno cuando iba a jugar la selección, y te aseguro que nunca ha visto en nadie de la familia ninguna reverencia parecida). Ojalá hubiera un nuevo patriotismo, menos irracional, más consciente del privilegio que supone vivir en un país en el que existen los derechos y los impuestos, como éste, y también más exigente frente a la corrupción y la opacidad de los gobernantes. Eso sí sería novedoso. En cuanto al manifiesto por la lengua común, lo he leído más de una vez y muy despacio, y me da la impresión de que sus autores han tratado deliberadamente de evitar una adhesión emocional a la lengua, atribuirle las esencias nacionales o presentar su defensa como una cuestión de patriotismo, probablemente para no caer en los excesos del nacionalismo llamado periférico que con frecuencia muchos hemos criticado. Han puesto el acento en los derechos de los hablantes y en la irracionalidad de que un país se comporte como si no tuviera una lengua común, sin menoscabar las restantes lenguas españolas. Todos tenemos un cierto orgullo de nuestra cultura y nuestras raíces, eso es inevitable y no tiene que ser malsano, porque es muy complicado vivir sin sentir ninguna pertenencia. Lo malo son los excesos: pensar que lo tuyo sólo puede existir si aniquila lo ajeno, o querer mutilar la libertad del individuo en nombre de una idea nacional. Creo que las banderas deberían llevar inscrita una leyenda parecida a la de las botellas de ron: úsela con moderación, es su responsabilidad”.
Para el polemista Arcadi Espada… en los “muchos análisis sobre la selección española de fútbol” faltaba uno que le parecía decisivo: “Veo en la calle barcelonesa, gritando ¡España, España!, a muchísimos inmigrantes. La nueva España, de veras”… ¿La verdadera España? En ese espectro figuran: Argentina, Bolivia, Costa Rica, Colombia, Cuba, Chile, Ecuador, El Salvador, Guinea Ecuatorial, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.” (ALFONSO ARMADA: Otra España. Atisbos de un nuevo patriotismo. ABC.es, 04/07/2008)
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