"¿Cómo puede ser que dos presuntos humoristas como Jair Domínguez y Peyu sigan todavía en TV3? Porque se metían no solo con la reina sino con su hija.
Vamos a recuperar el gag:
Primero salía uno y le preguntaba al otro que “locura de millonario” le gustaría hacer. Y el otro, entre risitas, decía “que me la chupase Letizia Ortiz”. Luego, Jair todavía insistía: “es poco de rico. Mejor hubieses dicho la hija”. La infanta Leonor (2006) tiene diecieséis años. Es menor de edad. No solo es una falta de respeto o de mal gusto sino que roza el delito.
¿Se acuerdan cómo nos pusimos los catalanes con aquella chirigota de Cádiz que le querían cortar el cuello a Puigdemont? Yo el primero porque no estaba el horno para bollos.
Pero, en Catalunya, el supuesto humor es unidireccional.
Puedes meterte con la hija de la reina, quemar constituciones en directo (Empar Moliner) o decir “Puta España” -otra vez Jair Domínguez- en TV3 o en las redes sin que te pase nada. Sentido del humor. Libertad de expresión.
De hecho el error de los Bricoheroes es doble porque no contentos con ello cuelgan en las redes la escena polémica y acusan a la cadena que les da de comer de “censura”. Han traicionado la confianza de la empresa.
Y si lo de TV3 es censura lo suyo también porque el propio Vicent Sanchis revela que con la frase más polémica, la de la Infanta, ellos también se han autocensurado.
Pero en la CCMA se lo han tolerado todo.
No solo no los han despedido, cosa que tendrían que haber hecho al primer insulto, sino que ni siquiera han disimulado diciendo que les han abierto al menos un expediente informativo o serán objeto de una sanción disciplinaria. Nada.
Al contrario, el propio Vicent Sanchis todavía tiene que defenderse en otro programa de la misma cadena, el Planta Baixa, donde el presentador se muestra equidistante entre su director y otra estrella de la cadena. Venid y pelearos en directo, debió decirles.
Mientras que el viernes pasado, en la comisión de control parlamentario de la CCMA, todavía los defendían cuando toda la oposición pedía medidas.
La presidenta en funciones de la cadena, Núria Llorach, -el consejo de gobierno lleva más de 2.300 días con el cargo caducado, por cierto- y Sanchis lo dejaron en un “exceso de sátira”.
El que puso más el dedo en la llaga fue un diputado de Vox, Alberto Tarradas, -y lamento que fuera el de Vox- cuando dijo que habían creado “un Frankenstein” y que “les ha permitido hacer y decir todo lo que les de la gana”.
“Ahora ya se sienten intocables -añadió-: es usted directamente culpable de haberles dado protagonismo, les han dado infinidad de programas”.
La verdad es que razón no le falta. De hecho, el propio Jair Domínguez ha vuelto a sacar pecho.
Además de TV3 -con el Bricohéroes- repiten en Catalunya Ràdio con El búnquer, otro programa de presunto humor. Jair Domínguez es copresentador del Està passant y Peyu hace también una sección en El matí de Catalunya Ràdio llamada Bon dia de merda. Sin olvidar otras colaboraciones esporádicas.
Los han, en efecto, promocionado. ¡Hace poco Jair Domínguez salía haciendo de au pair! Tampoco debería extrañarnos: Juliana Canet, aquella que era partidaria de quemar contenedores y consideraba que la violencia estaba “jusitificadísima” presenta Adolescents XL en la radio pública.
Y Laura Rosel acaba de fichar como “analista” a Marcel Vivet, aquel condenado a cinco años de prisión por desórdenes públicos, atentado a la autoridad y lesiones a un mosso, como tertuliano de El matí de Catalunya Ràdio. ¿Qué deben pensar los 17.000 mossos? El primer día salía sonriente haciendo la V de victoria.
Para poner de manifiesto esto -la degradacción de los medios de comunicación públicos en Catalunya- el pasado 26 le pregunté a la portavoz del Govern: “¿usted se imagina que yo le dijese ahora que lo que me gustaría es que me la chupara o me la chupara un menor?”
Se puso hecha una fiera. No era “respetuoso” ni “tolerable”. No me contestó a la pregunta: “¿Cómo puede ser que los medios de comunicación públicos puedan llegar a este nivel de degradación?”. “Usted se imagina que la bromita la hubiera hecho un españolista, un unionista o un constitucionalista, cualquier otra persona del otro lado. ¿Alguien manda en TV3?”, añadí.
Insistió que mi “bromita” era “absolutamente deplorable”.
- ¿Esto se lo ha dicho a los de TV3?”, tercié.
Luego dijo lo de siempre mientras iba mirando la chuleta. Se trajo el argumentario de casa: “al Govern no le corresponde juzgar los contenidos de la televisión pública de nuestro país ni entrar a valorar los límites del humor”.
Y que los contenidos podían ser “más o menos acertados” pero que entraba dentro del “pluralismo” incluso “de pensamiento”.
Que lo importante era “el modelo de medios públicos” que “ampare la libertad de expresión y de creación”.
Me gustaría decir que hemos tocado fondo pero me temo que no es así.
Ustedes se imaginan que cualquiera de las bromitas citadas aquí -no solo la de la felación- las hubiesen hecho en el antiguo Canal 9, Canal Sur o hasta TVE. ¡Cómo nos habríamos puesto!
Unos días después me llamó el secretario de Medios de Comunicación de la Generalitat, Oriol Duran (Sant Quintí de Mediona, 1978).
Le conozco desde que era jefe de prensa de ERC en Madrid aunque he de decir que el bueno era Miquel Martín Gamisans. Ese sí que sabía.
Basta ver el currículum: tras empezar en un semanario local -dicho con todo el respeto- saltó ya a una dirección general. Son aquellas carreras profesionales que, sin la vinculación a un partido político, no se entienden.
La reacción fue drástica y fulminante. Me comunicó en una breve conversación telefónica que me retiraban la acreditación y que ahora me mandaban una carta ofiical. No le dio tiempo ni a contestar mi pregunta: “¿Con los de Bricohéroes habéis hecho lo mismo?” No, claro, son de los suyos.
La carta en cuestión es un insulto. No solo a mi condición profesional o a mí persona sino también a la inteligencia. Sobre todo la suya.
Soy culpable de “la falta de respeto” a la Generalitat. Me acusan de “malestar”, de “rechazo”, de vulnerar “el código deontólógico” -ellos dando lecciones de moral- y hasta de denigrar “a las mujeres en general” o de degradar “las instituciones”.
Sospecho que las instituciones catalanas, tras diez años de proceso, ya están muy degradadas pero lo más llamativo es que, en la misma carta, afirmaban que están “absolutamente comprometidos con las libertades de expresión y de información” y que lo que quieren es “fortalecer” el periodismo. Debe ser a base de subvenciones.
Que recuerde, no había pasado nunca desde la restauración de la Generalitat en 1980. Ni siquiera con las mayorías absolutas de Pujol. Ha tenido que ser un govern d’Esquerra-Junts.
Pero no deja de ser llamativo que lo haga un gobierno que tiene una pancarta en la fachada de Palau a favor de “la libertad de opinión y de expresión”. Curiosa vara de medir.
De hecho no es la retirada de una acreditación -hasta ahora solo lo había hecho Trump y tuvieron que devolvérsela por decisión judicial- es una operación de acoso y derribo contra e-notícies.
Primero fueron eliminando la publicidad institucional poco a poco.
Luego nos dejaron sin subvenciones.
Un día, en pleno mes de agosto del 2020, nos mandó una carta el funcionario de turno, Pau Ricart, diciendo que nos habían denegado la subvención porque “parte de vuestro medio no es en catalán”.
El día que le pregunté a Meritxell Budó en rueda de prensa sobre el tema La Vanguardia publicaba cinco cartas al director en castellano. En realidad lo hacen siempre porque la sección correspondiente es bilingüe. Pero al Grupo Godó, por supuesto, no le van a retirar las subvenciones.
Lo bueno es que no tuvieron siquiera la gentileza de dar la cara. Una de las características del proceso ha sido, en efecto, la falta de agallas. Con aquella frase sobre el “mandato democrático” pretendían diluir sus propias responsabilidades judiciales o penales: nosotros no hemos sido, ha sido el pueblo.
Poco antes me encontré al Secretario de Difusión de la Generalitat, Antoni Molons -el famoso Toni- en el Paseo de Gracia mientras estaba hablando con una de las personas que salían detrás de Puigdemont tras las elecciones del 2017.
Solo le dije un cosa porque hace años que le conozco -lo puso David Madí, venía de Localret-:
- “Si has de retirarnos las subvenciones, dímelo”.
Todavía estoy esperando su llamada.
Además, los impedimentos han sido constantes.
En la rueda de prensa de Pedro Sánchez y Pere Aragonès ya no me dieron el micro.
Primero la excusa fue que iban a ser solo quince minutos pero se alargó 45 y ni así.
Y recuerdo otra comparecencia -esta de Quim Torra creo que con el presidente de Flandes- en la que estaba sentado en segunda fila.
La entonces jefe de prensa, Anna Figuera -ahora en TV3- se lo dio al de al lado pero para la siguiente pregunta en vez de pasármelo a mí se lo dio al de atrás.
El micrófono fue recorriendo toda la sala pero no me llegaba. Al final tuve que protestar.
En fin quiero dar a las gracias a Oriol Duran, Patricia Plaja e incluso a la consejera de Presidencia, Laura Vilagrá -¿tú también Laura?- porque la conozco desde que era una diputada ras i curta de Esquerra.
No ha habido campaña de promoción tan efectiva. Y además gratis. Se nos han disparado las visitas, las suscripciones al canal e incluso las ventas online.
He conseguido lo más importante: dejarlos en evidencia. En la Catalunya actual puedes meterte con la reina o con su hija sin que te pase nada. Pero si es al revés te convierten en un proscrito.
Y déjenme hacer, a pesar de la extensión de este artículo, una predicción final.
La revolución devora a sus hijos. También a sus cómicos.
¿Quién se acuerda ahora de Toni Albà? Durante muchos años cómico oficial del proceso.
Ahora lo veo a veces, antes de cambiar de canal, en 8tv intentando sobrevivir. Con gags, por cierto, cada vez más malos.
O Quim Masferrer, el ex de Teatre de Guerrilla -sus excolegas no han hecho una carrera tan exitosa en TV3-.
Yo le he visto presentar diadas, como la de Salt en el 2016 por ejemplo, con ese berrido habitual pero ahora ya no es tampoco el cómico preferido. Ahora son Jair Domínguez y Peyu.
Tienen, a pesar de las apariencias las horas contadas. Tarde o temprano los dejarán tirados.
Y serán los mismos que ahora los defienden. Bien porque se pasarán
definitivamente de rosca y su posición será insostenible o bien porque
surgirán otros.
O simplemente porque pasará el proceso y
entonces todos los que han dado el callo por él los dejarán tirados como
una colilla. Tiempo al tiempo." (Xavier Rius, director de e-notícies, 02/11/21)
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