"El proceso ha conseguido lo que no consiguió Franco: arrasar el catalanismo. Ha quedado un páramo, un erial, un solar vacío.
¿Dónde estaban los catalanistas cuando a Mas empezó el viaje a Ítaca? Cuando se las prometía tan felices. Ya saben: coser y cantar. Iba a ser un win-win. Flors i violes. Pues muy fácil: ¡viviendo del cuento! Eran consejeros, diputados, altos cargos de la Generalitat.
Nadie se atrevió a cuestionar el proceso. A expresar la más mínima duda. Aquello fue un rebaño. Los de Unió estuvieron en el Govern hasta que Mas los echó en junio del 2015. Joana Ortega era nada menos que la vicepresidenta. Hasta había organizado el 9-N. Se hizo la foto con Mas aquella noche electoral.
Ramon Espadaler mandaba en los Mossos. Ahora sobrevive entre los escaños del PSC. A ver qué hace en las próximas elecciones. Josep Maria Pelegrí estaba en Agricultura. Quizá fue el más honrado de todos. Se fue al sector privado. Trabaja en una empresa de turrones de Agramunt. Me saco el sombrero por él y juro que nunca tuve una relación estrecha con él.
En septiembre hubo elecciones.
Fueron una debacle para Unió. Como saben, el partido ya no existe. En el debate en TV3, Inés Arrimadas hundió a Espadaler. Le recordó que había estado en el Govern hasta tres meses antes.
Germà Gordó, de Convergents, lo mismo. Era el hombre de confianza de Mas. Había sido incluso gerente del partido. ¡El día que Gordó hable! Mas lo recompensó, a la segunda, con el Departamento de Justicia. Espero por su bien -y por el de la consejería- que esté limpio de polvo y paja.
Santi Vila, que ahora va de santón, igual. No se atrevió a dimitir antes porque no era diputado. Se quedaba sin nada. Otro valiente.
Marta Pascal intenta por su parte resucitar el viejo sueño de CDC: el PNC. Va con veinte años de retraso. Y Ahora que Puigdemont se la sacó de encima. Mas la ascendió en su momento hasta coordinadora general del partido en detrimento de Mercè Conesa. Cuando cayó ni siquiera abrió la boca.
Pero el más crack de todos es Carles Campuzano. ¡Veintiséis años de diputado en el Congreso! Se dice pronto. ¿Le oyeron la más mínima crítica al proceso mientras disfrutó de semejante prebenda? No. Al contrario, ahora parece que ha visto la luz pero entonces solo ponía palos a las ruedas de Duran.
Obviamente es legítimo estar a favor de la independencia. Sólo faltaría.
Pero el problema es que todos sabían que el proceso saldría mal. Y callaron. Se dejaron llevar por la corriente. Quizás el único fue Lluís Recoder, entonces consejero de Política Territorial, que dimitió en el 2012 y se fue a casa. Como un señor. Ni siquiera alzó la voz.
Insisto: todos sabían que iba a salir mal.
¿Cómo vas a hacer un órdago el Estado con sólo el 47% de los votos? Y no en unas sino en dos elecciones sucesivas: las del 2015 y las del 2017. No es que no llegaran al anhelado 51%. Ni siquiera superaba el 50%.
Querían hacer una revolución -la de las sonrisas- con estudiantes, tractores, funcionarios, maestros y periodistas de TV3. Olvidaron que España es miembro de la Unión Europea. Y que la UE la han creado los estados.
Lo último que quieren es abrir el melón de las fronteras. Ademés estos es Europa occidental. No el Caucaso ni los Balcanes.
Por eso, se lo pregunto a todos ellos: ¿Con qué autoridad moral
quieren ahora resucitar el catalanismo? Si en su día nadie se atrevió
plantearle a Mas la pregunta del millón: Artur, vols dir què anem bè?" (Xavier Rius, director de e-notícies, 28/08/20)
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