"(...) Una de las expresiones más significativas de esta clase de mediocridad ligada al pensamiento mágico la hemos vivido en España
con el independentismo catalán, y su “hagamos un referéndum y si el
resultado es afirmativo, vayámonos de España”.
Era útil para una clase
de políticos que relanzaban sus carreras, ofrecía una solución a
ciudadanos descontentos y permitía construir la imagen de una Cataluña
democrática y moderna frente a una España atrasada.
El problema era que
quienes lo propugnaban carecían de todo aquello que podría haber hecho
posible la independencia: no tenían el consenso mayoritario de la
población, ni las fuerzas, ni el capital ni el apoyo internacional
precisos para que esa idea se convirtiera en realidad. Solo contaban con
voluntad, por lo que el resultado ha sido desastroso para todo el
mundo.
Las ideas, especialmente si promueven grandes avances en
sectores de valor añadido, sitúan en el lado correcto de la historia,
promueven una imagen poderosa de lucha contra el atraso, pero a menudo
se quedan en eslóganes ineficaces que desaprovechan recursos y malgastan esperanzas. Construyen un mundo vibrante, pero virtual. (...)" (Esteban Hernández, El Confidencial, 08/06/20)
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