"No deja de ser significativo cómo los medios de comunicación de
Cataluña, tanto los públicos como los privados, hayan rememorado los
llamados «Hechos de Palacio de la Música Catalana», al cumplirse el
sesenta aniversario de los mismos sin apartarse ni un ápice de la
versión canónica que elevó a Pujol a la categoría de «mártir» y «padre
de la patria catalana».
Lo sucedido aquella noche es el acto seminal del
nacionalismo catalán actual y la labor de su líder taumaturgo es la
condición sine que non para el intento de golpe secesionista llevado a
cabo en Cataluña. Esta conmemoración ha servido para blanquear la figura
del expresidente, inmerso, él y su familia, en un proceso judicial por
una trama de corrupción sin precedentes, y ha contado con el silencio
cómplice de la sociedad catalana.
No hay que olvidar que el propio
Pujol, en una comparecencia en el mismo Parlamento catalán amenazó
diciendo, ante el alud de críticas recibidas que: «Si vas segando,
digamos, la rama de un árbol, al final cae toda la rama: No, es que
después caerá aquel de allí, aquel de allí que …no, no, ¡caerán todos!».
La noche del 19 de mayo de 1960, Franco, de visita a Barcelona, no
fue el único ausente en el Palacio de la Música. Mientras una parte del
público coreaba el «Cant de la senyera», prohibido por el gobernador
civil pero previsto en el programa original, Pujol estaba en su casa. No
participó en aquel acto ni siquiera a nivel organizativo. Pujol había
saludado la visita redactando «Os presentamos al General Franco», una
octavilla manifiesto sobre la falta de libertades en el país, y que
introducía un elemento innovador: «El Régimen ha fomentado la
inmoralidad de la vida pública y económica. El hombre que vendrá a
Barcelona, además de un opresor, es un corruptor».
Pujol no tenía reparo alguno con que, un año antes, su padre hubiese
aparecido en el BOE en una lista de más de ochocientos ciudadanos
españoles con cuentas bancarias en Suiza. Su expediente fue sobreseído
por no poderse dar con él. También aparecía Moisés David Tennenbaum, el
sempiterno socio, que coincidía con Florenci y el propio Jordi Pujol,
éste en calidad de administrador, en el consejo del importador de
diamantes García Asturiano S.A..
Un mes más tarde formalizó la compra de
la Banca Dorca, la futura Banca Catalana, donde no pudieron figurar los
dos primeros, sustituyéndolos sus esposas, y una de cuyas funciones
sería blanquear las comisiones conseguidas al servicio de los
algodoneros catalanes, en el mercado libre de divisas de Tánger al
cambiar las pesetas de contrabando por dólares.
La redada policial en el mismo coliseo deparó una sorpresa. Uno de
los detenidos llevaba en la cartera una fotografía de la bandera
catalana desplegada días antes en la Sagrada Familia. Los
interrogatorios y palizas en la cercana Jefatura de Policía se
completaron, aquella misma madrugada, con registros domiciliarios. En
casa de un detenido se encontraron copias de la octavilla. El nombre de
Jordi Pujol salió a relucir esta vez y a pesar de las advertencias de
sus amigos permaneció en casa.
En la madrugada del 20 al 21 se lo llevaron a él también. Las
explicaciones de Pujol respecto las torturas infligidas han sido siempre
confusas, dubitativas e incompletas. El agente Gregorio Martín Guijarro
sostendría ante el juez que Pujol «pidió quedarse solo unos minutos y
hacer examen de conciencia, así como pedir a Dios consejo para una
decisión justa, acabando por confesar que efectivamente, en la imprenta
de Pizón se habían confeccionado las mismas». Los agentes aseguraron que
lo invitaron a desayunar en un bar próximo, pero entre los amigos de
Pujol no faltaron quienes lo vieron tendido, sin poder caminar, a causa
de golpes. Uno de los detenidos, el periodista Enric Bastardes, añade
que le oyeron mascullar: «Ahora sí que estoy seguro que ganaremos».
Un par de días después, su padre presentó una demanda por malos
tratos. El mismo abogado que la presentó, Salvador Casanovas, se
entrevistaría privadamente con el fiscal del consejo de guerra a Pujol, y
consiguió de forma poco creíble reducir la petición de prisión de
quince a siete años. En el consejo de guerra, Pujol pronunció un
discurso inhabitual bajo el franquismo. Más comprometedor todavía
resulta el hecho de que, mientras se celebraba el consejo de guerra, el
padre de Pujol, Florenci, se reuniera con el capitán general de la IV
Región, el teniente general Pablo Martín Alonso y uno de los poco amigos
de la infancia de Franco.
En enero de 1961, mientras cumplía condena y le llegaban donaciones
en efectivo y alimentos de toda Cataluña, Florenci y Tennenbaum fueron
procesados por tener una red de evasión de divisas, mediante remesas de
200.000 pesetas (a veces superiores) que a través de Andorra se
ingresaban en cuentas suizas. El epicentro del negocio era la Casa de
Cambios, situada al final de las Ramblas, de la cual ambos eran
propietarios y que contaba en exclusiva con los miembros de la VI Flota
norteamericana en sus visitas a la ciudad, así como con la flor y nata
del Barrio Chino.
Y aún el 31 de ese mes, Marta Ferrusola escribió a la cárcel
comentando a su marido que, entre los socios del laboratorio
farmacéutico controlado por la familia, con presencia de Tennenbaum, se
barajaba la posibilidad de rebautizar el laboratorio como Pujol. Tras
dos años y medio de prisión, solicitó y obtuvo el indulto.
La octavilla contra Franco fue una profecía autocumplida."
(Manuel Trallero es periodista y escritor, Revista de prensa, 10/06/20; fuente: ABC,
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