5/12/19

Que la mayoría de catalanes no se sienta libre de hablar de política debería preocuparnos. Una sociedad sana es la que está dispuesta a defender lo que opina y en ningún caso a soportar los abusos de quien piensa distinto. No es el caso de la catalana, tan confusa como timorata.

"Fernando Aramburu, el autor de Patria , escribe: “Para qué callar lo que siento si, aunque me calle, no voy a dejar de sentirlo”. Me ha venido la frase a la mente después de leer la última encuesta del CEO, donde se ha preguntado a los catalanes si se sienten libres de mantener conversaciones sobre asuntos políticos. 

Un 47,3% manifiesta que sí pero solo con determinadas personas, lo que es una manera elegante de decir que no. Lo catalanes somos tan extremadamente educados que hemos hecho de la perífrasis un modo de vida, y del silencio, la banda sonora de nuestra existencia. Otra pregunta de la encuesta efectuada por la Generalitat permite deducir que casi nadie habla de política a pesar del embrollo de los últimos dos años: un 38% de los que trabajan o estudian casi nunca hablan de política con sus compañeros, un 27% lo hace pocas veces y un 32% solo ocasionalmente. 

De esta respuesta podría deducirse que la política ha desaparecido de la vida cotidiana, pues solo un 17% habla a menudo. También escribió Aramburu en su libro sobre Euskadi: “Que todo esto no nos haga malas personas”. En el caso de los catalanes, se podría pedir que todo esto no nos convierta en impostores, pues sorprende que no seamos capaces de decir en público lo que comentamos en privado. O dicho de otra manera, no podemos consentir que nos cambien nuestra manera de pensar por el temor de situarnos fuera de la zona de confort.


Que la mayoría de catalanes no se sienta libre de hablar de política debería preocupar a nuestras autoridades, porque equivale a decir que la sociedad teme las consecuencias de manifestar sus opiniones. La sensación es que tenemos un problema, lo que contrasta con la voluntad de aceptarlo. Muchos son los que barruntan que el miedo ya escampará, como si la política fuera como la meteorología. Y no es así. 

Es una delicia ver en TV3 como un conductor atrapado durante horas en un atasco de los CDR comprende perfectamente las razones de los bárbaros y que llegar tarde a casa le parece su contribución a tanta injusticia. Se empieza no diciendo lo que se piensa y se acaba renunciando a lo que se cree. Una sociedad sana es la que está dispuesta a defender lo que opina y en ningún caso a soportar los abusos de quien piensa distinto. No es el caso de la catalana, tan confusa como timorata."                     (Màrius Carol, director de La Vanguardia, 15/11/19)

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