"Elisenda Paluzie, presidenta de la ANC, debe ser una gran patriota catalana. De esa clase de patriotas que estarían dispuestas a lograr la independencia de Cataluña aunque fuera para “plantar berzas”, en histórica y feliz expresión del fallecido Xabier Arzalluz
pronunciada en 1987 como metáfora de lo que una secesión de Euskadi
conllevaría para los vascos en términos de prosperidad y bienestar.
Pues
bien, la responsable de la entidad soberanista ha lanzado la consigna del “consumo estratégico”, que no es otra cosa que un boicot a las marcas
comerciales que no parecen comulgar con la culminación del proceso
secesionista. La iniciativa, siempre en esos estándares de eufemismo que
utilizan los secesionistas, se formula en positivo: invita a consumir
bienes y servicios de las empresas afectas a la causa de la 'non nata'
república catalana.
Las lecturas en prensa de semejante iniciativa —un tiro en el pie de la economía de Cataluña— me han coincidido con la de ‘Canadiana’,
un libro de viajes y vivencias de Juan Claudio de Ramón, diplomático
español, reflejo de su estancia de cuatro años como consejero de la
embajada de España en Ottawa (Canadá). La obra se subtitula ‘Viaje al país de las segundas oportunidades’
y, por pedagogía y amenidad, es muy recomendable.
Lo es en su conjunto,
pero, desde la perspectiva de los problemas políticos de España,
resultan especialmente ilustrativas las páginas 120 y siguientes, en las
que autor narra un desplazamiento a Montreal, capital de la provincia
de Quebec, que hay que conectar con el “epílogo para españoles” que incluye unas anotaciones sobre la similitud y diferencia entre el fenómeno separatista en Cataluña y en Quebec.
Debería leerlo Elisenda Paluzie si es que los argumentos materiales y no solo los emocionales
—que derivan a seguramente ilegales, como ese boicot que propugna a
través de la iniciativa del “consumo estratégico”— hicieran alguna mella
en su determinación autodestructiva de la economía catalana. Porque
Juan Claudio de Ramón constata que “la marea soberanista se retira en
Quebec” pero no sin antes haber causado daños extraordinarios.
Dice: “Como Barcelona para el nacionalismo catalán, la capital
económica y cultural de Quebec es demasiado grande, demasiado híbrida,
demasiado compleja y cosmopolita para no ser refractaria al empequeñecimiento cultural que las empresas nacionalistas comportan”,
lo que explicaría muy bien los resultados de las últimas elecciones
municipales en la Ciudad Condal y el previsible fracaso del boicot que
la ANC ha puesto en marcha, al menos en la capital de Cataluña.
El mensaje económico-empresarial que ha dejado el independentismo en
Quebec se describe en ‘Canadiana’ (editorial Debate) con contundencia:
“Tras la victoria del PQ en 1976, bancos, aseguradoras y otras compañías
que no estaban para independencias, trasladaron su sede financiera a
Toronto, en mitad de una tormenta de acritud que en
cuatro décadas no ha amainado por completo”. Nuestro diplomático apunta a
un fenómeno más grave —o tanto— como el económico: el social.
Lo
formula así: “Si la amenaza de la separación marcó la huida del capital,
las nuevas ordenanzas lingüísticas invitaron a muchas familias
anglófonas, ‘quebeckers’, de varias generaciones, al exilio.
Puede que más de medio millón de ‘montrealers’ hayan salido de Montreal
en los últimos cuarenta años”. De tal manera que “cada vez que el
soberanismo gana o repunta en las encuestas, los precios de la vivienda
en Toronto suben”.
Pero parece que los separatistas de Quebec han aprendido: “Las brasas
de la revolución tranquila y su legado de cosas buenas no tienen
aspecto de volver a llamear. La sociedad quebequesa no quiere más
cataclismos emocionales, que es lo que son los referéndums de
independencia en sociedades democráticas.
Ninguna sociedad se merece
pasar por el trauma de escoger qué personas, de entre sus amigos y familiares, pasarán a ser extranjeros y cuáles quieren conservar como ciudadanos. Es dudoso que Quebec vuelva a ponerse en tan penoso trance una tercera vez”.
La sociedad quebequesa no quiere más cataclismos emocionales, que es lo que son los referéndums de independencia
Los afanes independentistas catalanes, tan autodestructivos,
no son muy diferentes a otros precedentes en latitudes distintas y con
condiciones relativamente homogéneas. También de Cataluña se han trasladado las sedes de más de 4.000 empresas;
también Barcelona está perdiendo terreno respecto de Madrid; también en
la capital de Cataluña hay advertencias sobre el disparate que comete
el independentismo, formuladas desde la patronal y desde instancias
empresariales (Sánchez Llibre o Juan José Brugera), igualmente desde
tierras catalanas se dan fisuras y quiebras sociales nunca
antes vistas ni oídas.
Para saber adónde conduce todo este esfuerzo
emotivo, visceral, ajeno a la realidad, no hay nada que imaginar. Basta
con comprobar lo que ha ocurrido en Quebec tal y como lo cuenta, con un
grado de serenidad y rigor excepcionales, Juan Claudio de Ramón. Que sería un buen guía para pasear por Montreal a la insensata Elisenda Paluzie.
Si ella y nosotros cerrásemos los ojos y leyéramos este párrafo sobre
Montreal, quizá pensásemos que se refiere a Barcelona: “Hoy es una ciudad de rango medio, bella, divertida, pero no la gran urbe global que podría haber sido.
Una gran ciudad, insisto, de amplios bulevares, buen comercio y una
gama sugestiva de restaurantes. Aunque no exactamente lo que uno se
imagina”. (...)" (José Antonio Zarzalejos, El Confidencial, 27/06/19)
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