"(...) El catalanismo de izquierda, además de ser un oxímoron,
se consagró en fórmulas como la de Doriot en Francia, que acabó en
colaboracionista nazi, o los impulsos más criminales de los regímenes
comunistas: Stalin y Mao, incluso el albanés Hoxa, no apelaban
precisamente a la dialéctica sino al nacionalismo cuando iniciaban las grandes matanzas de masas.
Nos
han robado las referencias del pasado convirtiéndolas en un trágala. El
levantamiento militar de 1936 fue contra Cataluña; los lugares
emblemáticos de la Batalla del Ebro tienen una placa que homenajea a los
que lucharon por la libertad de Cataluña… Los millares de españoles que
murieron en el Ebro no lucharon precisamente para soportar otra
provocación impuesta por aquellos convergentes del Pujol
que cubría sus vergüenzas.
El seminario de los ideólogos del
nacionalismo “España contra Cataluña” auparon al que había sido notable
historiador catalán, Josep Fontana, para que trazara las líneas maestras del nacionalismo. Del estalinismo imperturbable al “rojo y catalanista (...)
Ahora se estila llamar “fascistas” a los opositores en el más
desvergonzado ejercicio de trasferencia de comportamientos. Nunca
escuché la palabra “fascista” tanto como ahora, pronunciada por quienes
ni saben ni entienden qué quiere decir, ni lo vivieron. Ha devenido un
producto más, de fácil adquisición en el animalario ideológico. (...)" (Gregorio Morán. Vox Populi, 05/05/19)
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