"(...) ¿Era quizá la Barcelona del
Eixample inmune al, digamos, epíteto charneguista, a diferencia de otros
lugares de la ciudad o de Cataluña?
No tengo ningún recuerdo del mundo charnego.
Probablemente, porque vivía en el Eixample barcelonés, que es una zona
de clase media, sin prejuicios ideológicos, en la que venir de un sitio o
de otro no estaba tan marcado, como podía ser en El Raval o San
Gervasio.
Además, cuando yo nací, que fue en los años 70, la trayectoria
política marcaba más que el origen familiar. Si, además, como fue mi
caso (mis padres militaban el PSUC) la familia estaba vinculada a
movimiento de izquierdas, nadie se preocupaba de donde veías, sino por
lo que se hacía en ese momento.
Mis abuelos fueron represaliados por el
franquismo, con lo cual había un “pedigrí”, que te distanciaba de
cualquiera que te quisiera señalar por la lengua en que hablabas, que en
nuestro caso eran tanto el catalán como el castellano.
¿O sea que la lengua no era la principal línea roja entre los charnegos y los otros?
La lengua, creo recodar, comenzó a ser motivo de
discriminación en los años 80, cuando Jordi Pujol empezó con el discurso
de qué si tú hablabas catalán siendo de fuera, te daban un punto más.
Algo que no era mi caso, porque como yo era catalana no necesitaba punto
de ningún estilo. Y también recuerdo el momento de la normalización
lingüística, en el que si se quería incluir a alguien le hacíamos ver
que no era igual que nosotros, pero podía serlo.
Yo recuerdo cuando Maragall dio una medalla a
represaliados del franquismo. Mi abuela recibió una, porque mi abuelo
murió en la batalla del Jarama. Fue en ese momento, cuando se empezó a
hablar de lo que había pasado. Cosa que, seguramente, contribuyó a crear
un cierto ambiente de conocimiento mutuo y tolerancia.
Justo entonces
fue cuando Pujol lanzó su consigna de “Hem de votar els nostres”, algo
que caló en entornos como el de mi abuela materna, que solo hablaba
catalán y era de origen muy humilde. Yo flipaba, porque no entendía como
“els nostres” este, viniendo de un señor de derechas, podía ser
compartido por una mujer que se había ganado la vida fregando suelos.
¿El “catalanismo”, entendido como el pacto no escrito entre catalanes diferentes, se percibía de algún modo en su ámbito social?
La época del catalanismo que yo viví era cuando el
catalán no hablaba catalán, y si podía hablaba castellano. Era
justamente lo contrario de lo que ocurre ahora. Tengo la sensación de
que, en ese momento, los pujolistas se dieron cuenta de que aquélla era
el arma que podían utilizar para promover sus intereses, a costa de
establecer unas diferencias que hasta entonces no existían. No había un
conflicto lingüístico, ni división social.
Cuando se produjo la
inclusión de la lengua catalana en el sistema educativo, se estudiaban
la mitad de las asignaturas en un idioma y la mitad en otro, en función
de la lengua vehicular del profesor. Se podía tener historia en catalán,
un año y, al siguiente, geografía en castellano. Había una mezcla que
ha desparecido, cuando se ha asociado de forma tan bestia la lengua a la
ideología y el alineamiento político. Cosa que acaba produciendo lo
contrario de lo que pretende. (...)"
(Entrevista a Carmen Domingo. Escritora y comunicadora en temas de género.
Licenciada en filología hispánica en la UB. Ha trabajado como
investigadora en la Universidad de Ain Choc (Casablanca) y ha publicado
25 libros, entre los cuales las biografías de Gala Dalí o de Eva Perón. Peru Erroteta, El Triangle, 22/12/18)
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