"Convergència nunca fue un partido. Ni siquiera una forma de pensar. Fue un movimiento y una forma de vivir. Pujol dijo
que catalán es quien vive y trabaja en Cataluña. Y convergente era todo
el que engrasaba la maquinaria, pensara lo que pensara y votara a quien
votara.
Convergència fue una manera de funcionar, un pacto con
la realidad al que todos llegaban desde su cinismo particular, desde su
miseria más o menos compartida y desde la pretensión, que no por
infravalorada es menor, de vivir surcando las aguas de la bahía de la
tranquilidad.
En este contexto, la trama del Palau era el tiovivo financiero que permitía que las lucecitas de la fiesta continuaran encendidas.
La condena a Convergència es la condena a una era, a una sociedad que vivía de la patada hacia delante, del sobreentendido, del «ja ho trobarem» moral que mece la cuna de todas las corrupciones.
En este contexto, la trama del Palau era el tiovivo financiero que permitía que las lucecitas de la fiesta continuaran encendidas.
La condena a Convergència es la condena a una era, a una sociedad que vivía de la patada hacia delante, del sobreentendido, del «ja ho trobarem» moral que mece la cuna de todas las corrupciones.
En contra de los aspavientos hay que decir que, en general, vivimos muy bien y no nos faltó de nada. El pujolismo robó, es cierto. Pero creó un bienestar del que todos se beneficiaron, incluso sus detractores.
Por ello esta condena a Convergència, a los años de Pujol y también a los de Mas, es igualmente una condena a la oposición principalmente socialista de aquellos años. Tanto política como mediática. Faltaron flagrantemente, con su mezcla de arrogancia e incompetencia, a su labor fundamental de fiscalizar al Govern y gracias a su infinita mediocridad la trama pudo funcionar a pleno rendimiento durante décadas.
A los socialistas, tal como Franco se les murió en la cama, Pujol se les acabó confesando, en su manifiesta incapacidad para estar a la altura de su propaganda y de sus banderas.
Una parte de la historia de Cataluña, acaso la más estable y la más próspera, fue condenada ayer con el caso Palau como telón de fondo.
Es grave la condena, anecdótica la multa e irónico que lo que está sucediendo en Cataluña estos meses no desembocará en la independencia, ni si quiera en un nuevo sistema de financiación para la Generalitat parecido al del concierto vasco, sino en una renovada hegemonía política en el carril central del catalanismo que sólo es cuestión de tiempo que aprenda a engrasar los tentáculos de la trama para que la maquinaria vuelva a su rendimiento habitual, y otra vez Cataluña vuelva a quedar muy dulcemente dormida entre sus brazos." (Salvador Sostres, ABC, 15/01/18)
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