"1. Referéndum: El mantra
constantemente repetido por muchos –tanto independentistas como Comunes–
de "el 80% de los catalanes quiere un referéndum pactado" igual no
sirve para explicar la realidad cuando casi dos millones de votantes –de
cuatro millones trescientos mil– han apostado por opciones claramente
hostiles a la solución del referéndum.
El dato del 80% se originó en alguna encuesta, sin
embargo, una cosa es contestar a un encuestador que estás a favor de la
celebración de un referéndum, y muy diferente es convertir eso en una
prioridad política que acaba transformada en preferencia electoral.
Sobre todo cuando claramente esta es una demanda de los independentistas
que ha hecho suya Catalunya en Comú para intentar mantener una posición
que les permita tener un electorado a favor y en contra de la
independencia.
Lo que queda claro es que esta estrategia que cuenta
votos puede funcionar en clave estatal pero en absoluto en clave
catalana. Máxime cuando tampoco soluciona la cuestión de que la mayoría
de sus actuales votantes preferirían una opción federal –el 57%–
mientras que solo se declaran claramente independentistas un 17%. (...)
Los publicistas y expertos en discursos políticos ya al principio del
Procés señalaron que había que hablar de “derecho a decidir” –en aquel
entonces se trataba de evitar la palabra independencia– y de
“democracia”. (...)
la disputa por el significado de “democracia” ha
conducido a dos polos: “democracia es votar” y “democracia es defender
la Constitución”. Por tanto, era difícil en ese escenario dotar a la
apuesta política por el referéndum de otros contenidos más amplios, o
más ambiguos. En esa clave se ha votado en Cataluña, y, como ya sucedió
en las pasadas elecciones, no en la de derechos o políticas sociales.
Poco espacio pues para Catalunya en Comú.
2. Sobre Catalunya en Comú-Podem:
Hay que señalar que no se puede atribuir únicamente a la cuestión
nacional los pobres resultados. La apuesta populista relámpago de Colau
funcionó en su momento, pero que la acción institucional diaria siempre
tiene costes.
Nadie se sostiene solo con un líder, o se tienen poderes
financieros, intereses corporativos y similares detrás –como tiene por
ejemplo Ciudadanos–, o se tiene arraigo territorial, apoyo de sectores
movilizados y organización propia –con la máxima autonomía posible–.
Si no se tienen ninguna de estas cosas es difícil
mantenerte en el tiempo sujeto a vaivenes electorales y cuestiones de
“relato”. Es más, cuando entra en juego otro ciclo populista de mayor
calado como el Procés, se carece de fuerzas para competir con él. En
Comú nunca ha apostado por una verdadera organización social de
construcción más lenta, más bien se ha esforzado por frenarla.
La apuesta era colocar institucionalmente a cuadros
profesionales y de movimiento –sin que tengan que responder ante nada– y
hacer “algo bueno” por la gente. Y han hecho muchas cosas valiosas,
pero después de estos resultados, tendrán que enfrentarse a una etapa
muy dura –tras de haber expulsado al PSC del gobierno de la ciudad–
porque la oposición de todos los grupos va a ser feroz. Puede que la
tentación sea más Ada Colau en vez de un replanteamiento estratégico.
3. El procés es de izquierdas:
Como dice Guillem Martínez en Twitter, “el sadismo y el masoquismo del
155 sientan bien. A todos, salvo a las izquierdas. Una idea
constantemente repetida desde ámbitos progresistas son “el procés está
llevando a Cataluña hacia la izquierda" o "CDC está muerto”.
Con los
resultados en la mano, es difícil sostener esas tesis a menos que
compremos que el mero hecho de apostar por la independencia podría
generar una mejora de las condiciones de vida de la mayoría, mayor
redistribución de la riqueza o del poder social.
Nada de eso parece ser la apuesta de PdCat -CDC-. Por
tanto, en estos momentos lo que tenemos es un reforzamiento de las dos
opciones neoliberales y conservadoras en muchas cuestiones. PDCAT y Cs,
los dos partidos más votados en Cataluña, comparten el mismo ideario
nacionalista y neoliberal.
En escaños, tienen la mayoría absoluta de la
cámara y todavía más si incluimos los tres del PP, que, como hemos visto
hasta hace poco, ha compartido con CDC el sentido del voto en el
Congreso o en el Parlament en muchas cuestiones decisivas: reforma
laboral, huelga de estibadores, etc.
Parece que la CUP seguirá apostando por la vía
unilateral, que más allá de la celebración del referéndum –único momento
realmente desobediente del procés– ha sido puramente discursiva y
quizás pueda seguir siéndolo con los que entraríamos en un loop.
Por ahora, los resultados de esta apuesta unilateral y
la represión que le ha seguido ha movilizado a los convencidos, pero no
ha convencer a gente nueva. En cambio, sí ha polarizado el espectro
político, movilizando a las bases de los partidos más antiindepes y
estimulando participación de aquellos que no suelen votar. Estamos ante
cifras récord de participación que en Cataluña han ido de un 56% en el
2006 a un inaudito casi 82%. El procés ha sido un gran activador
político pero no hacia la izquierda precisamente.
Y aquí tienen otra cuestión que revisar respecto a
sus estrategias pasadas: porque ateniéndonos a los datos, las clases
populares catalanas no votan independencia votan nacionalismo español.
Ciudadanos ha conseguido altísimos resultados en barrios obreros.
En cualquier caso, si realmente “la calle está
liderando el procés” –otro de los lugares comunes–, la CUP, la opción
menos institucionalizada y más apegada a las movilizaciones debería
haber obtenido unos mejores resultados y sin embargo pierde seis
escaños. Es cierto que se consideran “votos prestados” por ERC –que
acompañaba al partido de la corrupción en la coalición de Junts pel Sí
en las pasadas elecciones–, pero tampoco ha podido conservar ni una
parte de estos votos.
¿Dónde están las grandes movilizaciones que iban a
defender la República? ¿Cuál es la apuesta de los Comités de Defensa de
la República? ¿Han conseguido una agenda propia más allá de la
institucional?
5. El fin del catalanismo integrador:
Los buenos resultados de Ciudadanos pone en cuestión definitivamente lo
de "un sol poble". El procés ha conseguido fulminar el catalanismo –una
suerte de consenso básico sobre unos mínimos culturales que hacían de
estructurador social– y ha generado un bloque nuevo de un 30% de
antinacionalistas irrendentos que también hemos visto salir a la calle
en los últimos tiempos y que hasta ahora siempre había sido residual. (...)
6. El independentismo ha llegado para quedarse:
Por último, estas elecciones demuestran que el independentismo no se va a
evaporar incluso aunque haya represión o amenazas contra la
"estabilidad" económica. Es una realidad asentada, está aquí para
quedarse aunque no sea mayoritario. (...)
Parece que lo que busca el gobierno es el enquistamiento del problema –o
al menos, que no le preocupa–. Quizás apuesten por seguir
reconstruyendo la identidad española una vez más, por la vía de la
represión. Al final, puede que quien recoja los frutos de esta
estrategia en el Estado sea Ciudadanos y no el PP. Otra cuestión que
tendremos que reflexionar entre todos, catalanes y no catalanes." (Nuria Alabao, El Salto, 22/12/17)
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