"Por supuesto, todo el razonamiento de Pastor parte de un meme
simplista: votar es demócrata, impedirlo es totalitario. Perderse ahora
a desmontar esta simpleza precisa de un largo desarrollo, ya realizado y
que está previsto vea la luz, en breve, en una nueva revista, aparte de
otros escritos ya históricos.
Para cargarse de razón, nos recuerda que “estamos en tiempos de despotismo oligárquico”. Como dice J.F. Simón, “lástima
que se olvide de que las oligarquías de tipo económico que están detrás
de ese nepotismo son las mismas en ambos lados del Ebro”.
Por otro lado, su llamada a dirimir conflictos de
forma pacífica y democrática usando las urnas, contrasta con una
posición acrítica ante la Generalitat, que no utiliza ese recurso para
temas conflictivos socialmente y para los que sí tiene competencia, como
es la imposición, en el sistema educativo catalán, de un monolingüismo
identitario y asimilacionista.
Es aquello de que la postverdad va por barrios y que la corrupción del PP es inaceptable, mas parece pasar de puntillas por la que supuran quienes dirigen el procés que tanto ensalza. A la par, parece disculpar o minimizar las graves políticas antisociales de la derechona catalana de JxSi (PDeCat + ERC) bendecidas con el voto de la CUP
a los últimos presupuestos catalanes.
Es lo peligroso de llevar
conjuntamente lo nacional y lo social; esto último acaba sacrificándose
en el altar de la sacrosanta nación.
Pretende Pastor minimizar el problema de la posible
secesión de Cataluña. Digo yo que las sentencias recientes de los
tribunales constitucionales alemanes e italianos sobre su integridad
territorial, son obsesiones tan antidemocráticas, o democráticas, como
la de los españoles. (...)
Por otro lado, echo en falta en todo el artículo de J.
Pastor un análisis sobre los intereses de las clases populares en este
contexto. No parece preocuparle la situación, en caso de que se llevara a
efecto la secesión de Cataluña, de debilidad a la que quedaría sometida
esa nueva clase obrera seccionada de su natural pertenencia, labrada
desde finales del siglo XIX en una sola lucha emancipatoria. Sin olvidar
la misma clase obrera española minorizada y debilitada.
No parece
entender, como ya advertía Hobsbawm, que en caso de secesión se
producirá una radicalización nacionalista y conservadora a ambos lados del Ebro.
Las mentiras
Que J. Pastor sea tan poco riguroso al decir que “la mayoría de la sociedad catalana” está enfrentada al gobierno de España, le descalifica como analista. Repetir memes nacionalistas, o como él dice postverdades, como que el 80% de los catalanes están por el “derecho a decidir”, o que todo este movimiento lo desencadena la sentencia del Tribunal Constitucional, o calificar el 9N de 2014
–en el que pudo votar libremente quien quiso, ¡doy fe!
Yo vivo aquí,
fue un domingo tranquilo y soleado sin presencia policial en las calles–
como “suficiente demostración de la voluntad democrática”,
quiere hacernos olvidar que en dicho referéndum solo votó el 37% del
electorado ¿Dónde está el 80%? Y también parece ignorar que en el
referéndum del estatut no llegaron a votar ni la mitad del censo ¿La voluntat d’un poble? ¿Dónde?
A la par, parece querer soslayar que la mayoría
parlamentaria de la que disfruta el nacional-secesionismo se da gracias a
un sistema electoral tramposo y que tanto gusta a los del procés: el español.
Preocupan a Pastor y a Puigdemont mucho los medios que
el Estado de derecho –independiente de que hay muchas cosas torcidas–
pueda utilizar para evitar la secesión. Digo yo que lo mismos que el
presidente de Bolivia usa frente a la insolidaria oligarquía cruceña.
Otra cosa es la doble vara de medir a hora de analizar situaciones tan
parecidas. Hay parodias que desnudan la realidad y las contradicciones.
Trasladar el acuerdo partidario del Pacte Nacional pel Referéndum
a su equivalente social y convertirlo en mayoritario es otro de los
malabares propios del nacionalismo, que controla los medios de
comunicación catalanes, y de los comuns a los
que aquí Pastor pretende representar. La realidad es que, según las
encuestas del CIS (Barómetro de marzo de 2017), tan solo el 23,3% de los
votantes de En Comú Podem están a favor de lo que denominaríamos “derecho a decidir”.
Yo en mis análisis les concedí, magnánimamente, el 100%, que sumado a los votos al independentismo (PDeCat + ERC + CUP) no superan en ningún caso el 44% del censo. Y eso, en las elecciones más paradigmáticas del separatismo: el 27S de 2015.
Somos muchos aquellos a los que, como a mí, no nos gusta que el PP
esté en el gobierno. Pero no solo porque sea corrupto, que también,
sino porque las políticas que lleva adelante son lesivas para las clases
trabajadoras de este país; y, en ésas, su gran aliado es JxSi en el gobierno de la Generalitat.
Ambas, organizaciones corruptas y con corrupciones muy entrelazadas. El PP
pretende tapar su corrupción mediante el control de la fiscalía y otras
obstrucciones en el Parlamento. El pujolismo y sus herederos mediante
un órdago al Estado: nada como una independencia que les exoneraría y
amnistiaría por los servicios prestados.
Esta claro que desde dentro de Cataluña no podemos
quedarnos indiferentes ante unos escenarios que nos plantea J. Pastor
tan tenebrosos. Dar la desconexión como una situación de facto e
irreversible, incluso aunque fracase el secesionismo, es abonar una idea
insolidaria para Cataluña y de penuria para las clases populares.
Autodefinir como única salida mesiánica, no sabemos para quién, el apoyo
de Pablo Iglesias a un referéndum unilateral, no parece que ayude a
resolver nada: en todo caso a complicarlo.
Pretender la hegemonía a partir de trocear España es la derrota intelectual de la izquierda, es no haber entendido nada, es revisar la Transición sin hacer autocrítica, es ir de modernos anclados en el “candado del 78”. Pastor llega a decir que la “unidad de España” es el ADN del régimen; claro, dicha definición –régimen– solo vale si gobierna el PP.
Es decir: el problema es la existencia de España, no el injusto sistema
de redistribución de la renta y la propiedad, no las desigualdades
sociales, no la existencia de oligarquías locales y transnacionales.
Cuando la izquierda renuncia a la lucha por la igualdad, y alimenta la
lucha por la identidad, se está desnaturalizando.
Mientras la izquierda, es posible que me repita, no
recupere un proyecto para España y más allá, seguirá hundiendo las
posibilidades para ser hegemónica, siquiera cultural y éticamente. Podemos y sus confluencias cabalgaron la ola del tsunami; éste se está retirando. Hacer performances entretiene un tiempo; hacer política es otra cosa." (Vicente serrano, Nou Barris. Barcelona, 5 de junio de 2017, en Crónica Popular, 06/06/17)
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