30/5/17

Con o sin referéndum, la Generalitat tiene ya preparado el mecanismo para activar la secesión inmediata de Cataluña... tras la cual, el presidente de la Generalitat nombrará directamente al presidente del Tribunal Supremo catalán

"Con o sin referéndum. La Generalitat tiene ya preparado el mecanismo para activar la secesión inmediata de Cataluña del resto de España si el Gobierno central impide que se celebre la consulta para la independencia, prevista para finales de septiembre o principios de octubre.

 EL PAÍS ha tenido acceso al borrador secreto de la Ley de Transitoriedad Jurídica, la conocida como ley de ruptura. Se trata de un documento que aspira a funcionar como constitución provisional catalana durante el plazo de dos meses que, según recoge el mismo texto, tendría el Parlament para poner en marcha un proceso constituyente que desembocara en la "república parlamentaria" de Cataluña.

 "Si el Estado español impidiera de manera efectiva la celebración del referéndum, esta ley entrará en vigor de manera completa e inmediata cuando el Parlamento constate este impedimento", afirma la disposición final del borrador.

 Las tensiones cada vez mayores dentro del bloque soberanista se han convertido en una competición por ver quién va más allá en sus planteamientos, y han actuado como catalizador para acelerar un viaje sin retorno. 

Apenas una decena de personas —bajo la coordinación del exvicepresidente del Tribunal Constitucional, convertido ahora al independentismo, Carles Viver Pi Sunyer— han manejado en los últimos meses el manual de instrucciones para poner en marcha la independencia de Cataluña. Su lectura demuestra que los últimos movimientos políticos —la presencia este lunes en Madrid del president Carles Puigdemont para ofrecer por última vez un acuerdo al Gobierno central que permita celebrar la consulta o la invitación previa de Mariano Rajoy al líder catalán para que acuda a debatir al Congreso de los Diputados— son gestos retóricos para cargarse de razón ante el grave desafío institucional que se avecina.

Varias veces se refiere a sí mismo el borrador como "ley fundacional", y a lo largo de sus páginas se especifica de manera exhaustiva —aunque plagada de lagunas legales e incógnitas— hasta el último detalle de la ruptura: quiénes serían ciudadanos catalanes y cómo sería posible obtener la nacionalidad; qué leyes españolas permanecerían en vigor y cuáles dejarían de estar en vigor automáticamente; cuál sería el destino de los funcionarios de la Administración General del Estado que residan en Cataluña; qué pasaría con los contratos de obra o servicios públicos firmados por el Gobierno central y con los inmuebles propiedad del Estado español.

La mayoría independentista del Parlament ha impuesto ya una reforma del reglamento que permitiría la aprobación exprés del texto en trámite de lectura única. En apenas 48 horas, sin capacidad de reacción por parte de la oposición, la independencia se pondría en marcha.

Y lo primero es lo primero. La parte del articulado que hace referencia a la justicia en ese nuevo Estado es amplia y detallista. Con tres claros propósitos: un control riguroso del Gobierno catalán —sería el jefe de Gobierno quien nombrase al presidente del nuevo Tribunal Supremo—; la apropiación de todas aquellas causas que afecten a Cataluña y que están ahora en manos de la Audiencia Nacional o del Tribunal Supremo español; y la voluntad expresa de "sobreseer o anular los procesos penales contra investigados o condenados por conductas que buscaran un pronunciamiento democrático sobre la independencia de Cataluña o la creación de un nuevo Estado de manera democrática y no violenta". 

Es decir, borrón y cuenta nueva para los políticos que, como el expresident Artur Más o el exdiputado Francesc Homs, fueron condenados por desoír al Tribunal Constitucional.

Los autores de este borrador dan por descontados actos y realidades jurídicas y materiales de enorme trascendencia y complejidad, como que la nueva república seguiría formando parte de Europa, que las prestaciones sociales como el paro o las pensiones estarían garantizadas o que todos los impuestos —y las sanciones por su incumplimiento— pasarían a depender íntegramente del Govern.

Bajo la lógica constituyente de los redactores, ninguna de estas disposiciones infringe la legalidad porque, como dice el segundo artículo, sostienen que "la soberanía nacional radica en el pueblo de Cataluña, del que emanan todos los poderes del Estado"."                 (Rafa de Miguel, El País, 22/05/17)

"La Generalitat maniobra para tener el control político del poder judicial.

La ley de ruptura que ha redactado el soberanismo elimina de un plumazo la división de poderes. El borrador al que ha tenido acceso EL PAÍS diseña un complejo sistema de elección de jueces y de la cúpula de la magistratura catalana que, en la práctica, permitirían al Govern tener bajo su control el poder judicial. 

El presidente de la Generalitat se reserva directamente el nombramiento del fiscal general de Cataluña (una potestad que también tiene en España el jefe del Gobierno con el fiscal general del Estado), pero además podrá designar al presidente del Tribunal Supremo catalán.

Los artículos que la ley fundacional dedica al nuevo poder judicial de Cataluña demuestran la preocupación del bloque soberanista por atar en corto a este poder del Estado, que está poniendo contra las cuerdas a la Generalitat y al Parlament por las iniciativas que impulsan para celebrar un referéndum ilegal.

Los redactores de la ley dan por hecho que el actual Tribunal Superior de Justicia de Cataluña se convertirá en el Tribunal Supremo de Cataluña. El presidente de la Generalitat nombrará al máximo responsable del Supremo a propuesta de un nuevo organismo, una especie de Consejo General del Poder Judicial pero mucho más politizado.

 La propuesta partiría de una comisión mixta formada por el presidente del Supremo catalán, por el ministro de Justicia de una Cataluña independiente (sería el vicepresidente de la comisión), por cuatro jueces de la sala de gobierno del Supremo y por cuatro personas elegidas directamente por la Generalitat. De esta manera, los soberanistas se garantizarían designar quién está al frente de la cúpula judicial catalana.

Pero las interferencias políticas también afectan de lleno al Supremo catalán. La sala de gobierno, que por ejemplo decidiría el nombramiento de jueces y magistrados, estaría formada por el presidente del Supremo, los presidentes de sala de las cuatro jurisdicciones (penal, civil, administrativo y social), los presidentes de las cuatro Audiencias provinciales y por cinco jueces elegidos por mayoría absoluta por el Parlamento catalán controlado por los secesionistas.

El interés por acelerar los plazos para tener bajo control el poder judicial es evidente en la ley. Así, la norma establece que cinco días después de que se apruebe la ley fundacional, el Parlamento catalán elegirá por mayoría absoluta a los presidentes de sala del Supremo y a los cinco jueces que la Cámara tiene que designar para que formen parte de la sala de gobierno de la cúpula judicial catalana.

 Solo dos días después se formaría la sala de gobierno del Supremo catalán. Y ahí se incluye una maniobra para intentar legitimar este órgano ante posibles negativas de magistrados a participar en la operación de ruptura. La ley establece que la sala de gobierno podrá constituirse con la mera asistencia de la mitad más uno de sus miembros, sin necesitarse un quórum superior.

 Es decir, con la presencia de los cinco magistrados nombrados directamente por el Parlament y la de los presidentes de sala, la cúpula judicial catalana ya estaría en marcha. El máximo responsable de la sala de lo civil sería el presidente provisional del Supremo catalán.

Las maniobras de control también se amplían a la fiscalía. El borrador establece que el presidente catalán designará al fiscal general tras escuchar a su Gobierno y deja en manos del Ministerio de Justicia la elección del resto de fiscales.

La ley contempla la creación de una sala constitucional que revisaría recursos de amparo y la revisión de resoluciones judiciales contrarias a la ley fundacional. La contaminación política en este caso también es clara. Esta sala estaría formada por el presidente del Supremo, los presidentes de sala y por dos magistrados elegidos por el Parlamento catalán."                (El País, 22/05/17)

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