"(...) Hace años, al desencadenarse todo, un nutrido sector de la ciudadanía
acariciábamos la idea de un referéndum “legal”, según el artículo 92 de
la Constitución (consultivo y convocado por el Gobierno); y “pactado”
(entre los Ejecutivos central y de la Generalitat). El perfume de las
consultas quebequesa y escocesa parecía recogerse en aquella
formulación.
El primer gran desacierto —aunque aún no trágico— fue convertir el
desiderátum de ese referéndum pactado en un intento de obtener la
delegación competencial del Ejecutivo central (al que le corresponde esa
función) para que fuese la Generalitat quien lo moldease: se difuminaba
la percepción de la convocatoria en sintonía y complicidad. Acabó como
el rosario de la aurora en el Pleno del Congreso de los Diputados del
8/4/2014.
Después ha llovido mucho, reblandeciendo hasta el límite la fe
referendaria de bastantes, para nada inmune a la influencia de hechos e
intenciones.
El 9-N de 2014 se celebró un simulacro de referéndum, una consulta
participativa: su celebración debería haber cerrado heroicamente la
cuestión, al menos según la tesis de los convocantes, como de hecho ha
sostenido el principal de ellos, Artur Mas. Pero se ve que no, que hay
que repetir el intento, señal de que no era tan perfecto como se dijo,
ni tan dirimente como se pretendió. De hecho no valió para nada más que
como excelente acto propagandístico.
Y para indicar que el camino del desacato a la ley, la desobediencia a
las instituciones democráticas —aunque disguste su sesgo coyuntural— y
la deslaltad al conjunto de los catalanes tiene poco recorrido. Incluso
para quienes consideramos que Mas y Quico Homs desobedecieron, sí, pero
no incurrieron en delito de desobediencia según los parámetros muy
garantistas (¡bravo!) de la jurisprudencia criminal española. Ambos son
desleales, pero no delincuentes.
Luego, el 27-S de 2015 celebraron otra farsa de referéndum, las
“elecciones plebiscitarias” que dieron en la derrota del plebiscito (con
la victoria pírrica de las elecciones). Y en un Gobierno inactivo
—tributario del secuestro (democrático) de la antisistema CUP— cuya
única virtud es la agilidad de su presidente y su lenguaje normal, de
persona normal, nada enfática.
Tras dos referendos falsos ¿conviene perseverar en un tercero de
parecida planta? Parece desaconsejable, pues además, entre tanto se han
celebrado en Europa otros que han contribuido también a evidenciar el
carácter no siempre democrático de tales convocatorias binarias,
sometidas a cualquier asedio demagógico, en el que se responde a todo lo
que no se pregunta.
Son las de los Países Bajos, en que se solicitaba el parecer sobre un
Tratado comercial Unión Europea-Ukrania (6/4/2016). Y el del Reino
Unido sobre el Brexit o autoexclusión de la UE (23/6/2016). En
ambos casos se contestó otra cosa peregrina a la pregunta: se respondió
con xenofobia parafascista.
En ambos se exaltó la demagogia y se
manipularon los datos de los problemas planteados. En ambos los
resultados alcanzaron quórums inferiores a los requeridos en la votación
sobre la independencia de Montetegro (55% de votos positivos). De
haberse aplicado, ni se hablaría del Brexit.
Podemos ignorar la realidad. Pero la realidad es la que es: este tipo
de referendos ha sido desacreditado por los hechos, en Cataluña y en
toda Europa. Habrá que optar pues por otro tipo de consultas, incluso
varias: para ratificar un texto acordado que recupere el autogobierno;
para una Constitución federal; para un nuevo Estatuto; para una
disposición adicional a la vasca. Esto es posible, y lo deseable. Y si luego no sale, ja en parlarem." (Xavier Vidal-Folch, El País, 20/09/16)
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