31/10/16

El PSC vendió al PSOE el diagnóstico de que nuestro reto político fundamental no es la construcción de una sociedad de ciudadanos libres sino de pueblos con identidades competitivas. Una izquierda reaccionaria

"(...) Cataluña constituye una unidad de soberanía basada en la identidad cultural. Traducido: los catalanes, porque somos distintos, tenemos que pensarnos si distribuimos y decidimos con los demás. La comunidad política sostenida en la identidad y el abandono de la unidad de justicia distributiva. Desmontar un país y luego, si acaso, volver a montarlo. (...)


La vieja política estaba instalada en esta perversa dinámica. Nuestro peculiar diseño institucional allanaba el camino a la dejación ante el nacionalismo. Unas veces ganaba el PP, otras el PSOE y siempre los nacionalistas. 

Aún peor. El PSOE, a contrapelo de lo que cabría esperar de la izquierda, siempre estaba dispuesto a instalarse en una mudadiza equidistancia entre el PP y los nacionalistas. La secuencia, repetida una y otra vez, tenía un límite absoluto: la ruptura de la soberanía.

 Ese paso nadie parecía dispuesto a darlo. Hasta ahora. Lo que antes se hacía por necesidad y desidia ahora se quiere hacer por convicción. Tanta que a medio plazo puede acabar con Podemos por fragmentación.

Ciudadanos era otra historia. Nació en nítida oposición al nacionalismo, producto de la decepción ante el tripartito del PSC, que había comprado —y vendió al PSOE— el diagnóstico de que nuestro reto político fundamental no es la construcción de una sociedad de ciudadanos libres e iguales sino la convivencia entre compactos pueblos dotados de identidades competitivas.

 Las desigualdades no solo constituían un problema menor, sino que incluso para algunos, asimétricos, eran la solución al recreado problema territorial. No hay mejor prueba de esa perturbación que las defensas de un concierto fiscal que, de facto, se traduce en privilegios, sobre todo cuando invocan derechos históricos. Privilegios e identidad. Una izquierda reaccionaria. (...)

No deberíamos olvidar la deprimente trayectoria del PSC: convencido de que los otros catalanes eran suyos, buscó el voto convergente y, en lugar de encauzarlo en un guion constitucional, acabó intoxicado por el relato nacionalista.

Cuando uno “se abre a todas las sensibilidades” es normal perderse en el camino. En su desnortamiento arrastró a la izquierda española, que no entendía pero que, como quería creer, acabó creyendo. Y así estamos, con un PSOE cada vez más parecido al PSC en sus apuestas y en sus debacles.

 Tan triste historia es el único sentido reconocible de la vacua fórmula “vieja política”. Esperemos que la “nueva” no comience por repetirla. Detrás no queda nada."           (Félix Ovejero, El País, 26/10/16)

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