"El convoy catalán del proceso independentista que conduce Artur Mas
está a punto de descarrilar antes de llegar al punto de encuentro, o al
choque frontal, con la poderosa máquina del tren del Estado español, una
vez que la ‘estación término’ de la independencia desapareció del mapa
catalán. En realidad el proceso descarriló en la noche electoral del
27-S cuando Mas, con gesto de pocos amigos y mucha decepción en el
rostro, se dejó manipular por Oriol Junqueras y Raúl Romeva.
Dos extraños compañeros de viaje de CDC que, tras hacerse trampas con
los resultados del plebiscito en votos y escaños, proclamaron la
victoria del proceso independentista apropiándose de los 10 escaños de
la CUP para ocultar la verdad de los resultados del 27-S: los votos
españolistas derrotaron a los independentistas; y ‘Juntos por el sí’ no
logró la mayoría absoluta -perdieron 9 escaños- que CiU y ERC tenían
antes de las elecciones plebiscitarias.
Reconocer el fracaso del plebiscito y renunciar al proceso en
beneficio de la concordia ciudadana debió ser la respuesta de Artur Mas a
la vez de presentar su dimisión esa misma noche del 27-S. Pero Mas,
azuzado por ERC y los independientes de la ANC, se precipitó en los
brazos de la CUP que les impuso a todos la moción secesionista que luego
aprobó el Parlamento catalán, sin consentir previamente la investidura
de Mas lo que dejaba el proceso sin Gobierno para llevarlo a cabo e
implementar el propio contenido de la resolución que luego suspendió el
Tribunal Constitucional.
Las dos votaciones de investidura perdidas por Mas en el Parlament y
su lamentable espectáculo de rebajas institucionales y regalos a la CUP
para conseguir el apoyo del partido antisistema, dejaron al presidente
en funciones de la Generalitat -al que antes se le había sublevado la
mitad de su Govern en contra de la moción secesionista- en una penosa e
insostenible situación.
Y a su partido Convergencia y sectores influyentes de la sociedad –el
diario La Vanguardia, entre ellos- y el ámbito financiero y empresarial
catalán sumidos en el estupor y exigiendo un cambio de rumbo o una
rectificación que solo tiene dos salidas simultáneas posibles: dimisión
de Mas y adelanto electoral al mes de marzo de 2016.
El descarrilamiento del convoy catalán hacia la independencia ahora
ya no lo discute nadie, y lo único que muchos buscan es localizar la
puerta de escape para saltar del tren que viaja a gran velocidad con
dirección al precipicio.
Toni Fernández Teixidó, un histórico de Convergencia y ex Consejero
de la Generalitat, ha abandonado sus cargos en el partido, mientras el
portavoz de Mas y aguerrido independentista Francesc Homs afirma que la
coalición secesionista carece de fuerza para lograr ‘la separación
unilateral’ catalana de España. Homs, el que meses atrás dijo que él no
reconoce la legalidad española y que es candidato número uno de CDC al
Congreso de los Diputados, pide bloqueo del proceso y una reflexión
hasta las elecciones generales del 20-D, por si en Madrid apareciera un
gobierno sin el PP de Rajoy que permita a CDC abrir un diálogo sobre la
crisis catalana.
El que pasará, previamente, por la renuncia expresa de
CDC a la independencia de Cataluña y el respeto a la legalidad que ya
violaron con la votación de la resolución secesionista en el Parlament.
En cuanto a Mas todo apunta a que su futuro político y personal -por
las causas judiciales abiertas sobre la Consulta del 9N y la corrupción
del 3% de Convergencia- será peor que el de Juan José Ibarretxe tras
fracasar en su intento secesionista para el País Vasco. Mas sabe que su
tiempo se ha acabado y su proceso fracasado y lo único que pretendía con
su penosas concesiones y requiebros a la CUP era una investidura de
presidente de la Generalitat por unos días para inmolarse a lo bonzo
ante sus seguidores, tras pisar la raya de la desobediencia al Tribunal
Constitucional para ser suspendido y encauzado a la vía penal.
Pero todo apunta a que la CUP no investirá a Mas. Máxime cuando sus
expectativas de mejora de escaños en unas elecciones anticipadas ha sido
confirmada por una encuesta de la Generalitat donde se dice que podrían
pasar de sus actuales 10 escaños hasta los ¡16! La CUP sigue en sus
trece y consultará a sus bases en asamblea el próximo día 29.
Al final y por contradictorio que parezca la CUP y las elecciones del
20-D se pueden convertir en el argumento -que no tabla de salvación
porque no la tienen- para justificar la rectificación de Convergencia y
el funeral del proceso independentista, pero nadie logrará revestir de
grandeza el fracaso y la obligada renuncia de Artur Mas." (Pablo Sebastián, República.com, 19/11/15)
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