"En Cataluña el relato dominante es aquel que afirma que con la
independencia el país será más próspero y más exitoso en todos los
aspectos imaginables. (...)
Una evaluación seria, no ligera y tergiversada, de los costes económicos
de la propuesta independentista lleva a unas conclusiones mucho menos
optimistas. (...)
Los beneficios.
Según la versión dominante, el
principal beneficio consiste en “recuperar” los famosos 16.000 millones
de euros de déficit fiscal que, administrados con gran excelencia,
permitirían no solo cubrir sino mejorar todas nuestras necesidades:
educación, I + D, infraestructuras, sanidad, servicios sociales.
El
problema es que este cálculo, muy discutido, no sirve para determinar
cuánto dinero adicional tendrá la hacienda de la Catalunya independiente
en sus primeros años, que son los críticos, y que la propia Generalidad
reduce a 5.810 millones de euros (Informe 18 del Consejo para la
Transición Nacional, página 27).
Todo ello en la hipótesis favorable de
que haya buenos acuerdos.
Si no los hay, terra ignota, dijo A. Mas. Entonces, por ejemplo, las
pensiones peligran. La Seguridad Social española está en déficit, y
también la catalana dentro de ella. Entre 2009, 2010 y 2011 —últimos
datos disponibles— el déficit acumulado por la Seguridad Social catalana
asciende a 8.051 millones de euros, según la propia Generalitat. (...)
Porque, veamos: afirmar que una Cataluña independiente es viable desde
el punto de vista económico, es cierto, pero dice muy poco. Es una
afirmación en el vacío, sin referencia alguna a cómo se llega a la
independencia, ni a si su viabilidad nos llevará —dentro de cuántos
años?— a parecernos a Dinamarca ... o a Grecia. (...)
Los costes.
El escenario que se abre para la
economía catalana si se lleva adelante el proceso es muy complicado. Lo
es la auto exclusión de la Unión Europea (nadie nos echa), por infinidad
de motivos que sólo la ignorancia puede despreciar.
Entre ellos, uno de
los más inquietantes son las consecuencias derivadas de dejar de
pertenecer a la zona euro. Ni los griegos se han atrevido a salir del
euro, porque saben que las consecuencias son peores que su situación
actual.
La alternativa a la catalonopeseta, mantener el euro
como moneda, no es menos complicada. En este sentido, ningún economista
debería afirmar, aunque vaya de número uno en una lista política, que no
es necesario pertenecer a la UE para tener la asistencia del Banco
Central Europeo (BCE).
Debería cuando menos haber leído la informe
número ocho del Consejo Asesor para la Transición Nacional, que dice:
“Las entidades bancarias con sede social en Cataluña no tendrían acceso
directo al crédito del BCE, ya que éste está restringido a entidades
situadas dentro de la zona euro”.
Como la crisis nos ha enseñado, los mercados financieros se pueden
hundir rápidamente. Las entidades financieras con sede en Cataluña no
pueden esperar a que se las lleve por delante el proceso
independentista, y con él los ahorros de muchos catalanes. En paralelo,
se complicará o se hará incluso imposible financiar las deudas.
La deuda
privada con la que se sostienen las familias y empresas catalanas. Y la
deuda de la Generalitat, que si ahora tiene una calificación de bono
basura, empeoraría, pues lo que se valora en los ratings precisamente es
la perspectiva clara y la ausencia de riesgo.
Otro coste significativo asociado a la independencia es el comercial.
Las empresas catalanas viven en buena medida de las ventas al exterior, y
el principal mercado de los productos catalanes es el español. Las
ventas al resto de España se reducirían, y esta pérdida de mercados
sería una pérdida neta, pues no hay razón para pensar que se compensaría
rápidamente con más ventas al resto del mundo. Por el contrario, las
ventas a la UE y a países terceros con acuerdos comerciales con la UE se
resentirían también del “efecto frontera”.
La economía catalana habrá dañado su reputación. La competencia
internacional para atraer inversiones, sedes de empresas, talento, es
tan fuerte que se pueden perder infinidad de oportunidades de creación
de riqueza.
El entorno es de alta inestabilidad política y social, y puede ir a
más, mucho más, con un fuerte efecto negativo en la actividad privada,
sacudida ya por la gran recesión. Ya lo conocemos: el crédito se frena,
la inversión se retrae, el consumo se contiene, los problemas
financieros aparecen, la creación de puestos de trabajo disminuye y el
paro aumenta, las oportunidades de futuro se desvanecen, pierden valor
los activos inmobiliarios y empresariales. Todos somos más pobres, y el
sector público también, puesto que pierde las bases fiscales que son su
sustento.
Aquellos que consideren por razones ideológicas que este sacrificio
les compensa, deberían saber que pueden acabar provocando un daño
irreparable a muchos de sus conciudadanos, sin que haya mediado un
tiempo y un espacio para el debate sereno donde se hayan podido escuchar
por igual todas las razones." (
Mª Antonia Monés, doctora en Economía por la Universidad de
Cambridge y Montserrat Colldeforns, doctora en Economía por la London
School of Economics (LSE)., El País, 20 SEP 2015)
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