23/10/14

Los charnegos perderían los derechos políticos que hoy comparten con los catalanes, pasando a ser extranjeros

"Uno de los aspectos que más llaman la atención en la crisis territorial es la asunción acrítica y casi automática de la izquierda del famoso derecho a decidir. 

 Toda la izquierda catalana y buena parte de la española ha sancionado como justo y necesario el recurso al referéndum para dirimir la cuestión catalana, como si fuera expresión de una democracia quintaesenciada que sólo orates antediluvianos son incapaces de sentir y apreciar. Cuanto más a la izquierda más claro parece el asunto (...)

Sospecho que el aval al derecho a decidir proviene de su asociación retórica con la democracia, entendida esta como voto de la mayoría. Si votar es bueno, el derecho a decidir es bueno. Eso explica que ciertos personajes populares, poco o nada nacionalistas, se sientan, en el brete de ser preguntados, obligados a apoyar el derecho a decidir del pueblo catalán, del vasco y de todo quisque pueblo.  (...)

Pues bien, esto era la democracia hace 2.000 años y esto sigue siendo hoy: la extensión de la ciudadanía a los no propietarios. De modo más general decimos: “democracia es la ampliación de la ciudadanía a cualquier miembro de la comunidad en una previa situación de inferioridad política”. 

El programa democrático a lo largo de la historia ha sido este: el de anular situaciones de subalternidad —mujeres, pobres y esclavos— ampliando así el grupo de los ciudadanos revestidos de plenos derechos políticos y civiles.(...)

 Democracia, insisto, es decir: en nuestra ciudad no hay ciudadanos de primera y de segunda; la lengua, el género, la raza o el nivel de ingresos no justifican diferencias en el catálogo de los derechos. Que este ideal se vea a menudo incumplido en la práctica no lo ha derribado como el ideal al que nos hemos atado. (...)

No hace falta remontarse al polémico ejemplo de dictaduras que han venido precedidas de elecciones. Hay otros ejemplos más a mano de cómo a veces se adoptan decisiones en referendos con un resultado que nos cuesta asumir como democrático, como cuando la sociedad de California votó a favor de prohibir el matrimonio homosexual. Pregunto: ¿fue ese ejercicio del derecho a decidir —esa suerte de autodeterminación de los heterosexuales respecto de los homosexuales— ejemplo de democracia?  (...)

Volviendo al caso que nos preocupa, es claro que el triunfo de la tesis independentista comportaría no una ampliación sino un recorte del grupo beneficiario de la ciudadanía. Los otros españoles perderían los derechos políticos que hoy comparten con los catalanes, pasando a ser extranjeros. Un paso tan extremo podría, con todo, estar justificado: si en España la desigualdad desfigurara de modo cierto el ideal de la ciudadanía compartida. 

Si los catalanes o los vascos fueran hoy ciudadanos de segunda, perjudicados y persistentemente preteridos, la empresa de la secesión estaría moralmente justificada y podría merecer el sello de democrática. Los que no compartimos esa tesis estamos legitimados para sospechar que lo que ocurre nada tiene que ver con la democracia, sino con oscuras pulsiones etnicistas que no osan decir su nombre (aunque a veces sean cristalinas, como en el caso de la líder máxima, Carme Forcadell).

Es, sencillamente, una lucha cultural promovida por un grupo considerable de ciudadanos catalanes que no desean ser españoles —y no es de extrañar, porque para bastantes catalanes España ya es sólo esa vieja fea y ladrona de la que se burlan en TV3—, al punto que querrían forzar a los que sí lo son o así se sienten a elegir o marcharse.

 Es una minoría amplia que, por el expediente de no haber querido cambiar de conversación en tres décadas, quizá haya convencido a una mayoría rasa de lo correcto de un empeño amparado en más pretextos que razones.

 Pueden ganar o pueden perder, pero, en mi opinión —que no pretendo infalible—, ni defienden ni representan el ideal democrático."                     (   ,  El País14 OCT 2014

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