"(...) Por razones culturales, lingüísticas e históricas (empezando por la
singularidad que supuso, hasta su división por Bonaparte, la República
de Venecia), el Véneto podía ya con toda legitimidad oponerse a
cualquier vocación uniformizadora por parte del tardío Estado italiano.
Mas en ese Véneto agrario salpicado de admirables ciudades, los
problemas de la Italia meridional eran percibidos como diferentes, pero
nunca ajenos, y ni siquiera disociables de los propios.
En los
últimos decenios, la región ha experimentado una mutación económica, y
su PIB, entonces uno de los más bajos, ha pasado a ser el tercero de
Italia. En consecuencia, de tierra de emigración (tres millones de
personas desde finales del XIX) ha venido a serlo de inmigración,
procedente del sur peninsular, pero asimismo del otro lado del
Mediterráneo y de los denominados países del Este. Ello explica en parte
la evolución política de sus siete provincias.
En la década de los ochenta, caído el muro de Berlín, proliferan las
formaciones que en la Italia septentrional desembocarían en la Lega
Norte, de la cual es parte activa la Lega Véneta. Uno de sus miembros,
Luca Zaia, preside hoy la región desde un palazzo emblemático de
Venecia.
Una Venecia que Zaia ve en conflicto con esa otra ciudad-espejo
que es Roma, la cual encarna, según sus literales palabras, un “régimen
despótico” al servicio de la Italia meridional, que Zaia no está lejos
de considerar intrínsecamente indigente, y solo susceptible de escapar a
la miseria por su habilidad para el expolio del Norte, por supuesto.
En
consecuencia, la formación de Zaia propugna la secesión de la República
Véneta, aunque de momento defiende el programa común de las formaciones
de la Lega Norte: sobre todo, soberanía fiscal que acabe con el
parasitismo meridional y leyes antiinmigratorias que pongan coto a la
presencia foránea, asunto en el que sobresalió, en su etapa de ministro
del Interior del Gobierno de Berlusconi, el hoy secretario general de la
Lega, Roberto Maroni, soberanista del Norte, pero ducho en el arte de
convencer a los despreciados meridionales de la conveniencia de obviar
sus diferencias, aunando fuerzas en la tarea de asediar al inmigrante.
“No
queremos seguir manteniendo al Sur”. Esta frase literal del presidente
del llamado Partido de la Libertad en Holanda, ha podido oírse repetidas
veces en boca de miembros de la Lega.
Obviamente no se refieren al mismo Sur. Pues todo el mundo encuentra su
sur en esta Europa donde el nacional es el único frente que parece
tolerable, confundidos en la causa tanto los ultranacionalistas de
Estados constituidos, como los aspirantes a Estado propio.
Así, mientras
el socialista más popular de Francia incorpora, en lugar de combatir,
argumentos de la xenofobia lepenista, los nacionalistas flamencos
arremetan a la vez contra los inmigrantes y los valones, acusados de
parasitismo. Y mientras irresponsables tertulianos jalean los prejuicios
de muchos ciudadanos españoles contra la lengua catalana, en Cataluña
se hace un uso de la palabra misma España, (...)
Por suerte, entre nosotros esta violencia simbólica no ha sido
canalizada contra colectivos foráneos. No es el caso de la Italia
septentrional, territorio de la Lega Véneta incluido, de tal modo que un
odio real se va cimentando sobre la Padania imaginaria.
El hacer
de la palabra sur un símbolo de rapiña, convierte para el otro la
palabra norte en símbolo de repudio. Pero esta llaga de difícil sutura
es variable despreciable cuando el objetivo real es que las falsas
querellas suplanten a las verdaderas confrontaciones.
Por eso es de
sospechar que para los poderes gestores de esos sentimientos el que
efectivamente llega a ondear la insignia véneta en su embajada del
hipotético Estado de Flandes, sea menos importante que el canalizar toda
la tensión hacia esa meta, pues ya se sabe que la energía se agota en
la tentativa de alcanzar el propio horizonte. (...)" (
Víctor Gómez Pin
, El País, 5 MAY 2014)
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