12/5/14

La batalla del cirílico. Los derechos lingüísticos de la minoría serbia en Vukovar

"Vukovar es la herida de guerra más fresca en las carnes de toda la Unión Europea. Todavía supura. En esta ciudad del este de Croacia arrasada por el asedio serbio de 1991, hasta las escuelas infantiles aún necesitan dos accesos: padres croatas y serbios no quieren ni pasar por la misma puerta.

Danijela Stankovic —mirada limpia, complexión menuda que sin embargo destila gran fortaleza— explica que los niños, segregados en clases étnicamente homogéneas, no interactúan ni siquiera durante los recreos en el patio común. “Como si hubiese una barrera invisible en el medio”, dice esta educadora de 29 años. (...)

La iniciativa de las autoridades croatas de reconocer en el municipio el cirílico como alfabeto cooficial —tal y como requiere la ley nacional de protección de minorías en las zonas donde estas representen más de un tercio de la población— ha desatado una inquietante tormenta. Serbio y croata son prácticamente la misma lengua, pero el primero utiliza el cirílico y el segundo el alfabeto latino.

 El vendaval trasciende el término municipal, y sirve como punto de partida para comprender la Croacia actual, último miembro en incorporarse en la UE, el pasado julio.

Una plataforma de Defensa de la Vukovar Croata se opone de manera frontal a la medida. El grupo arranca o daña desde hace meses los carteles bilingües en las calles de la ciudad y pugna para que se celebre un referéndum sobre el derecho lingüístico. Dicen haber recogido para ello 630.000 firmas, en un país de 4,2 millones de habitantes.

 “Está pendiente por verificar si son todas auténticas”, comenta Vesna Pusic, ministra de Asuntos Exteriores de Croacia, en su despacho en Zagreb. “Pero está claro que en tiempos de dificultades económicas las pulsiones nacionalistas tienen el terreno abonado”. Croacia ha enfilado cinco años seguidos de recesión a partir de 2009.

La consulta para limitar los derechos de las minorías se suma a otra del pasado diciembre para evitar que se reconozca el derecho al matrimonio entre homosexuales. “Es una auténtica ofensiva de la extrema derecha que ha detectado en los referendos un instrumento valioso para afirmar su agenda”, dice Pusic.(...)

  Ivana Milas, de la ONG Nansen Dialogue Center, cuenta que su organización lleva 10 años intentando abrir una escuela mixta en la que alumnos serbios y croatas estudien juntos. Pese al apoyo de Stankovic y otros, todavía no lo han logrado. “Es una cuestión política. La mayoría de la gente quiere pasar página. Pero incluso si piensas así, no puedes vencer las instituciones”, lamenta.

En los cuarteles generales del Comité para la Defensa de la Vukovar Croata, ante los retratos del expresidente Franjo Tudjman (1990-1999) y de los generales Ante Gotovina y Mirko Norac, Snjezana Patko, de 47 años, explica que ellos consideran un ultraje el reconocimiento de los derechos lingüísticos a la minoría serbia. “No tengo ningún problema con las demás minorías.

 Pero aquí las heridas están todavía abiertas. Hay cientos de desaparecidos sin hallar. Una mujer que anda por la calle puede toparse con un hombre que la violó y al que no se le ha castigado. Los serbios no quieren integrarse. ¿Por qué deberíamos otorgarles estos derechos? Primero que se haga justicia completa y que muestren buena voluntad”, dice esta mujer que luchó en la guardia nacional croata y que es hija de un desaparecido.

La comunidad serbia, naturalmente, rechaza esos argumentos y esgrime sus agravios. Las fuerzas croatas también cometieron crímenes de guerra durante el conflicto. En algunos casos la propia justicia croata ha condenado a los responsables.

“Nosotros luchamos para preservar nuestra identidad. Quieren asimilarnos. Los derechos lingüísticos están previstos por la ley. ¿Por qué la comunidad serbia no debería disfrutar de ellos?”, pregunta Dragan Crnogorac, 36 años, diputado de un partido serbio en el Parlamento de Zagreb y líder de la comunidad local. Aunque el Gobierno central se opone al referéndum, Crnogorac sostiene que su actitud era más colaboradora cuando Croacia todavía no estaba en la UE. La presión de Bruselas surtía más efecto entonces que ahora, dice.

El conflicto de Vukovar, naturalmente, es específico. Pero es el punto extremo de una red que toca nervios con mucho recorrido. Con su alto paro (un 25,5%), fuertes sospechas de corrupción en la política local, con su avanzada reconstrucción después de la guerra, su historia que muestra a la vez la impotencia de Europa en los conflictos y su importancia para elevar los estándares de calidad democrática, Vukovar parece un compendio de activos y pasivos de Croacia y la UE.  (...)

Stankovic, la vicealcaldesa, observa que en Vukovar mucha gente ya no se fija en si la cafetería es serbia o croata para tomar algo; y que las parejas mixtas ya no son Romeos y Julietas. 

Pero, cuando se le pregunta si seguirá en política —el mandato de Stankovic estaba a punto de expirar cuando fue entrevistada, hace dos semanas, ya que Vukovar se dispone a celebrar elecciones municipales en las próximas semanas— manifiesta el cansancio por la enorme presión de las disputas locales y su deseo de volver a educar niños.

A poca distancia del Ayuntamiento, en la terraza de un café al lado del maravilloso Danubio, Lana Mayer, de 34 años, encarna la transición sin acabar de Vukovar. “Yo no me siento una Julieta”, dice. Su pareja es un hombre serbio. Tienen dos hijos. Pero no tienen una escuela mixta donde poder enviarlos a estudiar."             (El País, 27/04/2014)

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