"(...) De entrada no consigo entender que establecer que un 25% de las
clases se impartan en castellano sea un atentado contra el catalán,
lengua en la que se darán el 75% restante. Debo de ser muy estúpido.
El
argumento de que los niños aprenden igual el castellano es del mismo
calibre que afirmar que el catalán no estaba discriminado en la escuela
franquista porque las familias y la sociedad continuaban usándolo. Ya
puestos, si los niños no van a la escuela también aprenderán ambos
idiomas.
La realidad es que la inmersión lingüística, hoy, es tan sólo un
instrumento político que trata de separar a los catalanes de una parte
esencial de su cultura. Se trata de hacer buenos nacionalistas, que no
se sientan españoles, y creen que eliminando el castellano de la escuela
este objetivo se consigue, sobre todo si se acompaña de una versión de
la historia unilateral y manipuladora.
La clase política catalana, salvo
C's y en parte el PP, defiende esta opción con ahínco para los hijos de
los demás, aunque se la salta en muchos casos para sus propios hijos a
través de escuelas privadas que no practican la inmersión en catalán. La
historia de persecución del catalán, la facilidad para aprender el
castellano y la presión ambiental han hecho que durante años muchos
padres hayan aceptado como un hecho inevitable la inmersión.
Pero no
conozco a nadie, algún fanático habrá pero no los conozco personalmente,
que no prefiera llevar a sus hijos a una escuela trilingüe, si puede
pagarla claro, que llevarla a una escuela con inmersión. Cuestión de
puro sentido común. (...)
Soy de los muchos catalanes que han vivido desde niños en un ambiente
familiar bilingüe. Respeto que otros catalanes se sientan vinculados
exclusivamente al catalán o al castellano. Entiendo que esas personas
prefieran líneas separadas. No es mi caso. A mí me sirve una solución
como la del TSJC, que obliga a que todos, en diferente medida, aprendan
en las dos lenguas.
Mi formación en catalán sufrió las carencias propias
de la época y siempre he arrastrado esta mala formación de base en el
lenguaje escrito y en la falta de un vocabulario que no fuera el de la
cotidianidad. Las lecturas de mayor han corregido en parte la situación
pero soy de los convencidos que lo que no se aprende antes de los veinte
años siempre cuesta mucho de recuperar.
Creo también que este bilingüismo tan nuestro, además de ser un signo
de identidad que debería ser protegido por los poderes públicos por
este simple motivo, es también una ventaja competitiva en un mundo
global. Los bilingües tenemos el cerebro mejor adaptado para aprender
otros idiomas y, hoy en dia, ser trilingüe -de verdad, no un mero
conocimiento del lenguaje oral de televisión- en catalán, castellano e
inglés, es una buena formación para ganarse la vida.
Si le sumamos el
árabe, chino o ruso, coincidirán conmigo en que un joven con esa
formación sortearía sin dificultad los problemas de encontrar trabajo.
Es por tanto llamativo que los poderes públicos catalanes se empeñen
en que muchos de sus ciudadanos vean conculcados sus derechos
lingüísticos y vean disminuido su potencial profesional por razones de
cálculo político (...)" (Francesc Moreno, Crónica Global, Sábado, 1 de febrero de 2014)
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