17/6/13

Si todavía hay partidos que justifican el acoso sistemático que muchos ciudadanos han sufrido, es obvio que persiguen un proyecto político contrario a la democracia

"Como Alan Wolfe escribe en ‘La maldad política’, «llamar políticos a los que cometen actos de terrorismo, limpiezas étnicas o genocidios no los convierte en menos malvados de lo que son en realidad. Por el contrario, nos permite concentrarnos en la forma que tienen de seleccionar sus objetivos, elegir sus medios, obtener sus capacidades y llevar a cabo sus intenciones». 

Por ello los partidos democráticos deben exigir responsabilidades a quienes aún justifican los asesinatos de ETA para imponer un proyecto político que estos siguen legitimando. Quienes han violado gravemente los derechos humanos persiguiendo la exclusión social y política de muchos ciudadanos, quienes han asesinado para imponer una determinada ideología nacionalista, deben rendir cuentas. 

De lo contrario, se idealizará el nuevo contexto asumiéndose la falsa apariencia de que ETA no existe mientras sus representantes políticos se benefician de su presencia en la sombra. Se estará reconociendo la naturaleza política del terrorismo, pero ignorándose sus graves consecuencias sobre el tejido político y social al eludirse la imprescindible rendición de cuentas de quienes ahora se valen de la democracia para dañarla.

Se alimenta así la ilusión de que se hace política sin ETA cuando es evidente que la banda y los efectos de su violencia están muy presentes. 

 Entre ellas, una anómala y desigual situación como lo es que quienes continúan legitimando la ‘limpieza ideológica’ de una parte de la sociedad vasca corrompen hoy el sistema democrático defendiendo los intereses de un grupo terrorista que se niega a desaparecer. Este injusto relativismo y ventajismo pervierte la democracia estimulando una peligrosa espiral del silencio como la que el terrorismo propició.

 El miedo a cuestionar los graves déficits del ‘nuevo tiempo’ induce a una perjudicial conformidad con un sistema viciado. Esa atmósfera genera una considerable presión sobre aquellos que denuncian lo incoherente que resulta manipular los principios del Estado de derecho para favorecer los intereses de quienes lo desprecian.

Si todavía hay partidos que justifican el acoso sistemático que muchos ciudadanos han sufrido, los intentos de borrarles del mapa político y su silenciamiento, es obvio que aquellos persiguen un proyecto político contrario a la democracia. Su aparente aceptación del sistema no merece recompensa alguna, sino un nivel de exigencia muy superior al que en estos momentos tímidamente se plantea.

 La falsa integración de los radicales que algunos ensalzan no consolida el final de la violencia, pues perpetúa la legitimidad de la coacción terrorista, implícita o explícita. Se construye así una sociedad que rehúsa la verdadera deslegitimación del terrorismo, conformista con meras invocaciones a tan necesario objetivo."       (ROGELIO ALONSO, EL CORREO 27/05/2013, en Fundación para la Libertad)

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