"Como Alan Wolfe escribe en ‘La maldad política’, «llamar políticos a
los que cometen actos de terrorismo, limpiezas étnicas o genocidios no
los convierte en menos malvados de lo que son en realidad. Por el
contrario, nos permite concentrarnos en la forma que tienen de
seleccionar sus objetivos, elegir sus medios, obtener sus capacidades y
llevar a cabo sus intenciones».
Por ello los partidos democráticos deben
exigir responsabilidades a quienes aún justifican los asesinatos de ETA
para imponer un proyecto político que estos siguen legitimando. Quienes
han violado gravemente los derechos humanos persiguiendo la exclusión
social y política de muchos ciudadanos, quienes han asesinado para
imponer una determinada ideología nacionalista, deben rendir cuentas.
De
lo contrario, se idealizará el nuevo contexto asumiéndose la falsa
apariencia de que ETA no existe mientras sus representantes políticos se
benefician de su presencia en la sombra. Se estará reconociendo la
naturaleza política del terrorismo, pero ignorándose sus graves
consecuencias sobre el tejido político y social al eludirse la
imprescindible rendición de cuentas de quienes ahora se valen de la
democracia para dañarla.
Se alimenta así la ilusión de que se hace política sin ETA cuando es
evidente que la banda y los efectos de su violencia están muy presentes.
Entre ellas, una anómala y desigual situación como lo es que quienes
continúan legitimando la ‘limpieza ideológica’ de una parte de la
sociedad vasca corrompen hoy el sistema democrático defendiendo los
intereses de un grupo terrorista que se niega a desaparecer. Este
injusto relativismo y ventajismo pervierte la democracia estimulando una
peligrosa espiral del silencio como la que el terrorismo propició.
El
miedo a cuestionar los graves déficits del ‘nuevo tiempo’ induce a una
perjudicial conformidad con un sistema viciado. Esa atmósfera genera una
considerable presión sobre aquellos que denuncian lo incoherente que
resulta manipular los principios del Estado de derecho para favorecer
los intereses de quienes lo desprecian.
Si todavía hay partidos que justifican el acoso sistemático que
muchos ciudadanos han sufrido, los intentos de borrarles del mapa
político y su silenciamiento, es obvio que aquellos persiguen un
proyecto político contrario a la democracia. Su aparente aceptación del
sistema no merece recompensa alguna, sino un nivel de exigencia muy
superior al que en estos momentos tímidamente se plantea.
La falsa
integración de los radicales que algunos ensalzan no consolida el final
de la violencia, pues perpetúa la legitimidad de la coacción terrorista,
implícita o explícita. Se construye así una sociedad que rehúsa la
verdadera deslegitimación del terrorismo, conformista con meras
invocaciones a tan necesario objetivo." (ROGELIO ALONSO, EL CORREO 27/05/2013, en Fundación para la Libertad)
No hay comentarios:
Publicar un comentario