"La lectura de los documentos publicados ayer por La Vanguardia en los
que se recogen los posibles acuerdos entre CiU y ERC para abordar la
décima legislatura en Catalunya remiten a una preocupada y preocupante
hipótesis: que el, paradójicamente, aforismo español de sostenerla y no
enmendarla, condujese a la federación nacionalista a un callejón sin
salida.
Porque si se intentase aplicar un programa gubernamental de
máximos como se refleja en esos escritos, el nacionalismo catalán se
introduciría en una crisis de identidad, en una dinámica de irremisible
alejamiento de sus electores naturales y en una dilución de su
reconocimiento como fuerza política con un discurso ideológico y gestor
que se ha ido ahormando en décadas.
Un pacto en términos tan maximalistas confundiría el texto (el mensaje de las urnas) y también el contexto (la brutal crisis económica) y arrojaría un saldo tan negativo para las fuerzas vertebrales de Catalunya -CDC y UDC- que obligaría a suponer que el nacionalismo catalán se ha echado en brazos de un destino que ni remotamente es el suyo y, mucho menos, el de Catalunya.
El desdichado malentendido entre CiU y ERC según el cual sería viable y no distócico cogobernar Catalunya sobre la base de lograr objetivos que se antojan irreales arranca de una errónea lectura de los resultados electorales del 25-N.
Un pacto en términos tan maximalistas confundiría el texto (el mensaje de las urnas) y también el contexto (la brutal crisis económica) y arrojaría un saldo tan negativo para las fuerzas vertebrales de Catalunya -CDC y UDC- que obligaría a suponer que el nacionalismo catalán se ha echado en brazos de un destino que ni remotamente es el suyo y, mucho menos, el de Catalunya.
El desdichado malentendido entre CiU y ERC según el cual sería viable y no distócico cogobernar Catalunya sobre la base de lograr objetivos que se antojan irreales arranca de una errónea lectura de los resultados electorales del 25-N.
El pasado 2 de diciembre, también en las páginas
de este diario, Carles Castro buceaba en la aritmética de los comicios y
llegaba a conclusiones aleccionadoras: el soberanismo ganó pero se
fragmentó y no venció arrolladoramente; despertó al españolismo que
otros denominan unionismo; y esas elecciones acabaron con la abstención
diferencial clásica en Catalunya.
Cuando se reclama del electorado "una
fuerza especial" con una "mayoría excepcional" y el electorado la niega
debe reconocerse el error y actuarse en consecuencia. Lo que hubiese
implicado una seria autocrítica -la errada lectura de la aclamación
popular de la Diada del 2012- y una subsiguiente rectificación. Nada de
eso ocurrió. Y CiU transita ahora con un estrechísimo margen de
maniobra: el que le delimita ERC y sus propios y no viables compromisos
electorales. (...)
Tanto si se llega in extremis a un acuerdo para arrancar la legislatura
en ciernes, como si no se logra, el futuro de CiU no tiene por qué pasar
por una suerte de suicidio político. Los nacionalistas, sin embargo,
parecen empeñarse en un guión bíblico y así, si Mas se alzó como una
suerte de Mesías de Catalunya, ahora se estaría produciendo una
gravísima deformación del principio según el cual resistir es vencer.
En
absoluto. La dirigencia de CiU sabe bien que el president en funciones
de la Generalitat ha consumado una apuesta fallida y que no es el hombre
ni para el futuro de Catalunya ni para el futuro de CiU. Deberá
reconocérsele -por quienes sean solidarios con su esfuerzo- su capacidad
de riesgo y de compromiso. Pero ni el más complaciente de sus electores
podría exculparle del error de juicio que cometió y del fracaso que de
ese yerro se dedujo.
Sobre el que Mas erigió otro: pudiendo, renunció de
mano a la geometría variable e, igualmente pudiendo, ha priorizado de
modo excluyente una fórmula de gobierno (con ERC) cuando su federación
hacía mayoría absoluta con otras dos fuerzas políticas en el Parlament.
Ahora los términos de la cuestión son estos: jugarse el futuro con ERC o
propiciar un giro copernicano a los acontecimientos que han sido
impulsados más por la inercia que por el análisis político. La situación
para CiU es endiablada. Pero no le han faltado leales avisos que se lo
advirtiesen." (José Antonio Zarzalejos , La Vanguardia, 16/12/2012)
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