"Félix Ovejero, profesor de Economía de la Universidad de Barcelona, en un artículo publicado este lunes en El País:
‘La política catalana no abusa de la sensatez. Para
muestra, la de siempre. Según parece, estudiar también en la lengua
común y mayoritaria de los catalanes -y de buena parte de los
inmigrantes- divide a la ciudadanía. Según parece, no hace falta
aprenderla en la escuela, porque es la que normalmente usan los
catalanes y se aprende en la calle, lo que de paso demuestra, en una aportación impagable a la pedagogía universal,
que todas las escuelas del mundo deberían cerrar, o al menos,
prescindir de la enseñanza en la lengua de sus ciudadanos.
Según parece,
el bilingüismo, la docencia de unas asignaturas en una lengua y otras
en otra, con todos los alumnos juntos en todas partes, rompe la cohesión
y los invita al fratricidio. Según parece, hacemos política con la
lengua cuando criticamos la política lingüística -repito, política- que
regula la escuela, el comercio, las películas, el acceso al trabajo y todo lo que puedan imaginar. Lo dice un nacionalismo que ha hecho de la lengua el centro de su proyecto político.
Parece lo de costumbre, pero hay novedades. Y no son buenas. El Gobierno [autonómico] catalán ha ahondado su estrategia del conflicto.
En apenas un mes mostró su comprensión de la insumisión fiscal del
Ayuntamiento de Gerona y apoyó a los ayuntamientos que incumplían la ley
de banderas, una ley que impide patrimonializar las instituciones por
parte de sus circunstanciales gestores. Como remate la reivindicación de
un Estado propio en el congreso convergente.
[...] No hay que engañarse. El pacto fiscal es el instrumento para la
independencia, no la alternativa. Según Mas, es “la primera estación
para la emancipación nacional”. El dilema entre la ruptura o el pacto fiscal no es un dilema, sino un entretanto para lo mismo.
El entretanto pasa por una consulta popular que dibuja el perímetro de
una unidad de soberanía. Mas sabe que ganaría la consulta, como ganaría
en mi escalera una consulta en contra de pagar impuestos municipales o
en Barcelona una a favor de no transferir riqueza al resto de Cataluña. (...)
[...] Pero ¿y la izquierda? ¿y si la izquierda no se aparta? Sin subir el tono, sin entrar al trapo del enfático léxico nacionalista,
o solo para aguar su cartón piedra, con las preguntas inaugurales sobre
las ficciones nacionalistas que siempre se evitan. Incluso podría
contraponer unas cuantas ideas. Argumentos no faltan, los de la igualdad, y, también, los de la eficacia.
[...] El problema de la independencia es el entretanto. Porque
mientras el final es incierto y nadie sabe cómo le irá a él en
particular, en lo inmediato cada cual está seguro de que algo, bien
concreto, perderá: mercados, servicios y vida llevadera. No son
tonterías. Esa es elección de los pasajeros: costes ciertos, inmediatos y
particulares, frente a hipotéticos beneficios, sin plazo preciso y
difusos en su reparto. No estaría de más que la izquierda se lo recordara a los ciudadanos.
Si hay que hacer la pregunta última, se hace. Sin trámites intermedios
como el pacto fiscal. Eso sí, con todos los datos sobre la mesa. El
primero en querer evitar la colisión es el pasaje. Si ve que la vía no
está franca, no sería raro que le pida al fanatizado maquinista que se
detenga, que se apea. Ya lo ha hecho antes. Pero para eso alguien ha de
recordar el precio de la frivolidad de los nacionalistas, decirles lo
que nadie les ha dicho’." (lavozdebarcelona.com, 21/05/2012)
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