10/12/10

Los nacionalismos populistas de los treinta tuvieron éxito porque en un contexto de crisis pudieron transformar la cuestión social en identitaria

"Está más que claro el resultado de las elecciones catalanas. Ganaron los que hicieron de las políticas de identidades una receta electoralista, perdieron los que no supieron hacer de lo social un proyecto. En este sentido, Cataluña es un campo de experimentación ejemplar.

Probablemente, es en Europa, junto con Holanda, uno de los territorios más avanzados en los procesos históricos de mezcla identitaria, pluralismo y tolerancia. También es el espacio político en el que las cuestiones sociales, económicas o políticas revisten un tinte identitario. La razón es obvia: la identidad ha sido la senda de construcción del modelo democrático de la comunidad. (...)

No se cuestiona aquí la identidad nacional catalana: pero si la nación tiene su legitimidad, el nacionalismo como ideología es ni más ni menos que su perversión. Porque la nación puede existir sin nacionalismo, cuando es una verdadera nación, o sea cuando es integradora de lo diferente. En este sentido, el auténtico sentimiento nacional siempre es un universalismo, una apertura al otro. (...)

De ahí el nacionalismo populista que se está desarrollando, incluso bajo una forma perversa, la del supernacionalismo centralizador y autoritario, en contra de los extranjeros, y en particular los inmigrantes musulmanes.

La obsesión compulsiva del origen del otro se ha vuelto un reflejo instintivo porque se ha "esencializado" la propia identidad de los naturales de la comunidad de acogida. La versión caricaturesca de esta perversión se vio con el debate en Francia en torno a la identidad nacional.

Este debate fracasó, demostrando que la mayoría del pueblo no estaba lista para seguir a los hechiceros politiqueros que preteindían conseguir una fórmula química de la esencia de la identidad francesa.

Además, sabemos que los nacionalismos populistas de los años treinta tuvieron éxito precisamente porque en un contexto de crisis pudieron transformar la cuestión social en identitaria.

Aunque la reflexión teórica sobre esta transmutación está desarrollada, es siempre un interrogante abismal saber por qué las masas se vuelven casi locas cuando entran en la problemática identitaria. Locas de odio al no idéntico, de amor a sí mismas. Probablemente porque la identidad es una pasión, no una mera razón.

Felizmente no estamos en esa situación en Cataluña, pero la amenaza existe, y se va a incrementar con la crisis económica. Es que tenemos la siniestra impresión de que ya hemos visto la película sobre los años treinta que se está estrenando ahora en Europa." (SAMI NAÏR: Cataluña, inmigrantes y populismo. El País, 04/12/2010, p. 13)

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