17/7/10

¡Cuidado! Te vigilan...

"ME gusta ver las banderas de España en ventanas y balcones. Sólo separan 150 km mi ciudad de toda la vida (vascona o caristia, según se mire) de la localidad cántabra que alivia mis compulsiones y síndromes de Estocolmo. En tan poca distancia se producen dos fenómenos tan contrapuestos como son la represión latente y más que subliminal y la expresión natural de sentimientos y emociones cada vez que triunfa nuestra selección nacional de fútbol.

Dos paisajes tan dispares como son uno impregnado de banderas nacionales de nuestra patria natural y otro donde se ha aprendido que cualquier semiótica de gestos que tenga relación con la comunicación de españolidad es peligrosa, bien porque los vigilantes de las esencias separatistas pueden obligarte a llevar escoltas para no ser linchado o porque, simplemente, puedes ser liquidado civilmente por los señaladores oficiales del apartheid, con o sin etiqueta de disidente.

A tal respecto recuerdo una pegatina que encargué como organizador de una manifestación de una plataforma por la libertad que me tocó encabezar -que se encargaron de liquidar los del oligopolio estatal dominante- en aquellos prolegómenos electorales donde Mayor Oreja y Nicolás Redondo iban de la mano.

En aquella protesta que aglutinó a cuatro mil ciudadanos en una fría Vitoria –gélida en lo emocional y en sensaciones- nos pegamos en el pecho una estrella de David amarilla con el sintagma “POR DISIDENTE”, donde reflejábamos lo que significa el sufrir la exclusión e incluso la persecución simplemente por defender los valores y principios constitucionales, o por oponerse al nacionalismo imperante, de uno u otro matiz.

En esa ciudad, mi ciudad de toda la vida, simplemente el acudir a una de las concentraciones de los movimientos cívicos suponía el que se adjudicara a los asistentes el estigma de “enemigo del pueblo” y por eso se nos gritaba desde el otro lado (el de los contras) “así, así, así hasta Madrid” o “ETA mátalos” Ese vínculo del terror ha sido mucho más efectivo que la represión franquista en el ahogo de las expresiones de sentimientos, o identidades, más allá que las pulsiones gregarias por mucho que se diga lo contrario.

Por eso, en un espacio geográfico tan próximo, e incluso tan idéntico como pueden ser el de la comunidad cántabra y la vasca se dan expresiones tan disonantes. En una la gente va envuelta en la bandera española para festejar los éxitos de la Selección española y en la otra se ahogan los gritos de júbilo cuando ésta mete un gol en la portería contraria, no sea que el vecino tome nota. " (Desde el paredón, 08/07/2010)

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