Decenas de miles de belgas piden la unidad del país y acusan a la clase política de crear odio. Algunos acusan a los políticos de avivar el conflicto de francófonos y flamencos.
Decenas de miles de belgas (del orden de 35.000, según la policía) se manifestaron ayer en Bruselas en favor da la unidad del país, que ven en peligro por tensiones secesionistas agudizadas por una clase política volcada en sus propios intereses e interesada en azuzar el conflicto identitario. Si la marcha reflejó meridianamente la frustración de cierta parte de la sociedad con sus políticos también reveló la creciente fractura entre francófonos del sur y neerlandofónos de Flandes al ser la inmensa mayoría de los manifestantes francófonos. El éxito para los convocantes residió en que anteriores manifestaciones a favor de la unidad nacional apenas agruparon a un millar de personas. (…)
“Nos habían dicho que sería un fracaso, que no habría ningún neerlandófono. Un periódico neerlandófono dijo que sólo acudirían un centenar de flamencos y que no serían auténticos flamencos. Pero han venido y ahí están los verdaderos flamencos”, dijo desde el podio, al final de la marcha, una exultante Marie-Claire Houard, modesta mujer de Lieja que en verano concibió la idea de lanzar una petición popular a favor da la unidad nacional que culminó con la marcha de ayer. (…)
Lo que en los años setenta resolvían un Gobierno y un Parlamento con dos cámaras ahora es competencia de seis Gobiernos y ocho cámaras parlamentarias, que buscan un lugar al sol. “Las guerras lingüísticas son instigadas por los políticos”, decía un manifestante francófono, mientras en una pancarta en neerlandés y francés se leía: “No a las carreras políticas hechas a costa de los conflictos comunitarios”. Otra clamaba contra los “Politiegos”. (El Pais, ed. Galicia, Internacional, 19/11/2007, pp. 4)
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