"(...) Lo que pasó el 8-O: que, tras los aciagos días de septiembre, el 1-O, la “huelga patriótica” del 3-O, y los múltiples agravios acumulados, los charnegos, los murcianos, los castellanufos, los españoles de m., los olvidados, los ñordos, los botiflers, los mil veces despreciados, los “invisibles”; los que consiguieron con sus luchas casas, escuelas, centro de salud y transporte público para sus barrios en los años setenta; los que los amarillistas llaman carcas, rancios, medio fachas o gente “poco preparada, poco culta”; los que también han llamado “colonizadores lingüísticos”; las y los que limpian las casas de las gentes de clase media que se consideran ‘els catalans de debò’; los que hablan castellano y no se sienten ‘sucios’ por ello ni creen que hablan un “idioma extranjero e impuesto”; los que han sido llamados “bestias con rostro humano” (Torra) y “hombres a medio hacer” (Pujol); los hijos de los que levantaron el país en los años sesenta y setenta e hicieron los trabajos más duros y peor remunerados; los que una parte de la .Cat oficial considera españoles que viven en Cataluña pero no catalanes propiamente; las y los que se ganan el pan con el sudor de su frente, sus manos y su cerebro; los que viven en los extrarradios desatendidos; los que han roto con el marco conceptual “nosaltres, el vertader poble de Catalunya, con nuestro propio ADN, som un poble oprimido-castigado-perseguido-explotado-menospreciado-encarcelado-embrutecido-por-los-españoles”; los que trabajan (precarizados) en las empresas de las élites del país; los que no cuentan en las cuentas; los que están por el bilingüismo (más que posible) y lo practican; los que pensaron durante años y años que no eran sus asuntos; los que creyeron que la cosa no era tan grave, que no era para tanto; los que confiaron y llegaron a votar a Jordi Pujol pensando que era un político serio, moderado y honrado; los que fueron engañados cientos de veces por proyectos como “Súmate”; los y las que nunca habían asistido a manifestaciones hasta ese domingo 8; los que no tenían tiempo para “meterse en política”; los que siguen defendiendo valores como la solidaridad, la justicia, y la fraternidad; los que buscan (desesperadamente) puntos de unión que no de desunión ni de distanciamiento ni de de enfrentamiento… todos ellos, todos aquellos que ya no podían más, que habían llegado al límite, ese día, el domingo 8 de octubre de 2017 (lo hicieron también el 29), estallaron y colapsaron autobuses, metros y trenes de cercanías, sin ser subvencionados por nadie, sin tener autocares a su servicio, y ocuparon masivamente (¡fueron miles, miles y miles!) las calles del centro de Barcelona, y dijeron y gritaron bien alto que ¡ya estaba bien!, que no eran mudos ni ciegos ni tontos, que no formaban parte, que no querían forma parte de ese mundo secesionista de exclusiones y supremacismos, que no eran una masa silenciosa sino silenciada, que no estaban dispuestos a seguir siendo ciudadanos de segunda o de tercera, que no querían nuevos muros-Estado de separación y ruptura, que estaban por la unidad de las clases trabajadoras españolas, que querían vivir en una Cataluña plural, bilingüe y fraternal, que España era también el país de Cernuda, Rosa Chacel, García Lorca, Matilde Landa, Antonio Machado y Rafael Alberti, que deseaban vivir en paz, con justicia, igual libertad y fraternidad en Cataluña y en el conjunto de España, que ese era y había sido en su “programa de la hora”, que la Constitución era un punto de partida (mejorable y revisable por supuesto), no una diana de liquidación, desconocimiento y destrucción, que los trabajadores y trabajadoras de otras comunidades españolas no eran para ellos enemigos ni gente distante sino compañeros, amigos, gente próxima, muy próxima, y que en fin, que su Cataluña, la Cataluña que ellos defendían y querían, no tenía nada que ver con la Cataluña para unos cuantos (los de siempre), excluyente y unidimensional que defendía el nacional-secesionismo-amarillismo. Por eso se movilizaron, por eso se manifestaron, por eso ocuparon pacíficamente las calles de una ciudad que también era suya y que muchos (¡y muchas!) habían levantado con su esfuerzo y duro trabajo.
Algunos dijeron, algunos siguen diciendo, que fue una manifestación de derechas, que la ausencia de la izquierda era palpable, que la organización convocante, SCC, es una formación de derecha extrema españolista. Incluso que los asistentes eran (políticamente) una masa inculta e ignorante. Insultos, descalificaciones, cuentos falaces, historias para confundir y herir.
Ni SCC es una organización de derechas (basta comprobar quienes componen sus órganos de dirección y recordar su praxis política de estos ñaos) ni la extrema derecha (absolutamente minoritaria en la convocatoria) tuvo ningún papel en la orientación política de la manifestación.
La ausencia de la izquierda es otra falsedad. No convocó, ciertamente, ninguna fuerza de izquierda, lo cual prueba la desoladora orfandad política de los manifestantes, la gran mayoría clase trabnajadora. Pero muchos manifestantes sí lo eran, con muchas luchas sociales y democráticas antifascistas a sus espaldas.
¿Pensaron los organizadores en una concurrencia tan masiva? Tal vez no, las historias de las “gentes de abajo” suelen sorprender. ¿Pensó el nacional-secesionismo en una reacción así de aquellos que habían despreciado y desprecian? No, desde luego que no. Los pensaban y querían sumidos y callados, a su servicio.(...)" ( , Rebelión, 03/10/2020)
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