29/9/14

Votar qué... votar cómo... Votar con arreglo a qué mayoría

"(...) Primero, ¿votar qué? No es lo mismo poner a votación una medida pública cualquiera que la secesión de un territorio con vistas a formar un nuevo Estado. Los requisitos de lo uno no coinciden con los requisitos para lo otro.

 Votar eso, ¿por qué? Pues el caso es que no estamos ante un proceso de descolonización de Cataluña ni cabe argüir que el Estado esté violando los derechos de los catalanes… ¿Votar quiénes? Todos los afectados, debe responderse, y no que una parte —¡incluídos escolares de la ESO!— pueda imponer su voluntad sobre el todo de esos afectados.

Oiga, ¿y votar cómo? Ni la pregunta sometida a la eventual consulta resulta clara, sino retorcidamente tramposa; ni ha habido bastante información y sí una abierta manipulación de la realidad y de las mentes. 

¿Votar con arreglo a qué mayoría? El sentido democrático demanda aquí una mayoría muy reforzada, a poco que se considere lo irreversible de una secesión o la profunda fractura que causaría en el seno de esa sociedad. ¿Y votar esa propuesta de independencia cada cuánto tiempo? Porque no cabe repetir ese trance consultivo cada vez que el nacionalismo oteara expectativas de victoria… 

En definitiva, depositar su voto (y en especial en esta clase de consulta) es seguramente lo último que le compete a un ciudadano. Antes tienen que asegurarse las condiciones para que su votación merezca llamarse democrática…, salvo que lo democrático se confunda sin más con lo mayoritario. El derecho democrático al voto tiene como límite el someterse a otros derechos y deberes democráticos.

Mirada desde la otra acera, la democracia tampoco equivale al mero imperio de la ley, aunque sea infinitamente preferible al imperio de la tradición o del líder carismático. Pero no recitemos que hay que obedecer la ley porque así lo ordena la ley. 

Digamos mejor que hay que acatarla, en primer lugar, porque la mayoría considera eso que ordena —aquí, la integridad del Estado— como algo justo, conveniente o mejor que otra alternativa. Y puede apoyarlo en buenas razones. No se trata de justificar ese imperio en general, cuya necesidad ningún demócrata cuestiona, pero sí esa ley en particular.

Entre nosotros, muchos creemos disponer de argumentos poderosos para defender la unidad de España contra esos nacionalismos que por su propia naturaleza buscan romperla. Desde esta confianza atribuimos a nuestra posición una superioridad moral frente a la posición contraria.  (...)

Lo resumía a la perfección el exministro canadiense Stéphane Dion hace unos días en este periódico (el pasado 14 de septiembre): “Creo que no es muy útil esconderse detrás de una Constitución. Decir: ‘mi país es indivisible porque lo dice la Constitución’ se queda corto. Detrás de esta cláusula constitucional, ¿hay un principio moral? Si lo hay, hay que formularlo”. Pues eso."              (ABC 29/09/14, AURELIO ARTETA, en Fundación para la Libertad)

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