"(...) ¿Por qué la independencia se ha convertido en la aspiración de tantos catalanes los últimos años?
Al producirse una crisis como la que estamos sufriendo, se cae en la
desesperanza. Delante no se tiene un enemigo claro. Puede ser el PP,
pero detrás hay otra gente, la Unión Europea, Merkel, los que dominan el
mundo, no sólo quien domina España. Esta crisis se da en un momento
en que es muy difícil identificar al enemigo y, por tanto, encontrar
instrumentos para combatirlo.
La gente necesita
esperanza, saber por dónde puede salir adelante. Y la salida que había
sido recurrente en los últimos dos siglos - la izquierda, el
socialismo, la revolución - no está clara, está muy tocada, hundida,
por muchas razones. La Unión Soviética ha desaparecido y China ha
entrado en una deriva especial.
La gente trabajadora, ante teorías y
partidos que durante mucho tiempo estuvieron subrayando la pertenencia a
una clase social -con un objetivo, un mensaje y una visión propios-,
tal como han ido las cosas en los últimos treinta años hasta llegar a
la crisis, ha dejado de sentirse clase trabajadora. Se ha sentido
clase media. Creía que la igualdad se había conseguido, salvo algunos
casos de gente muy rica. (...)
¿Y la nueva utopía es la independencia?
En el caso catalán había una utopía de repuesto, que es la que había
estado poniendo sobre la mesa ERC, el independentismo, y que queda
reforzada por el hecho de que, desde los gobiernos de Madrid y desde
todos los partidos, se ha estado utilizando mucho el tema de Cataluña
-como el del País Vasco, de otra manera para mejorar sus posiciones,
para enfrentarse.
La gente pasaba, pero al haber la crisis y la
sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto, ha cuajado la
indignación y el malestar en una idea fácil y visceral: "¡Nos vamos de
aquí! ¡No nos quieren! ¡Ya estamos hartos!"
Es un movimiento en el que hay muy pocos elementos de ruralismo. Aquí no funcionan los ocho apellidos vascos.
Nadie te pregunta cuántos apellidos catalanes tienes. Te puedes decir
Rodríguez y entrar perfectamente en este proceso independentista.
Ni es
una reivindicación histórica de carácter étnico, de raza, ni hay un
proyecto claro de futuro. No decimos "haremos esto!". Como esto será
problemático y nos pelearemos, ahora no toca. Primero seamos
independientes y luego ya veremos. Es una utopía casi vacía. Sólo es:
seamos independientes.
Hay contradicciones enormes,
claro, porque es un momento en que los países son menos independientes
que nunca. La globalización está haciendo que todo el mundo esté
vinculado. No sólo dependemos de España, sino también de la Unión
Europea y, económicamente, del mundo.
Esta contradicción se ha planteado poco en el debate que tenemos sobre la independencia de Cataluña.
Porque lo que se ha planteado no es racional; es visceral. A
aquellos que podrían plantear algo, que son los partidos políticos que
tienen que pensar el futuro, no les interesa hacerlo, porque de alguna
manera esto pone en duda la independencia.
Desde el punto de vista de
la gente, si tenemos que empezar a preguntarnos cómo será, qué querrá
decir, cómo nos comportaremos, quien se lo comerá, ¡mal! Es un deseo.
El deseo de salir de donde estamos. Este barco se hunde, pues cogemos
una barquilla, "nos largamos" y ya veremos donde llegamos.
Los partidos que apoyan el proceso y la misma Asamblea Nacional
Catalana no quieren entrar a discutir cómo será esta Catalunya
independiente. Si entramos a discutirlo, veremos que las utopías son
muy diversas y que no coincidimos en casi nada.
Entre la Cataluña que
puede interesar a Convergència, la que puede interesar a Esquerra o la
que puede interesar a la gente del Empordà, que también son muy
independentistas, hay una distancia enorme. Se empezaría a
resquebrejar, a romperse la ilusión colectiva. (...)
Las utopías de izquierda han desaparecido para siempre?
Las utopías de izquierda están derrumbadas, pero volverán. Son
absolutamente necesarias. La tendencia que tenemos es la
centralización, la acumulación, la concentración del capital en muy
pocas manos. Los fabricantes que teníamos en la cuenca del Llobregat
dependían de sus trabajadores.
No podían machacar del todo. Los
necesitaban. Dependían de su mercado. Su país era importante y
necesitaban que funcionara. Acumulaban todo lo que podían, pero
necesitaban que alguien los defendiera. La "clase corporativa" es
transnacional, mucho más destructiva.
No está vinculada a ningún
territorio. No importa si necesita derrumbó todo un territorio en
América Latina o en África para hacer dinero. Ni sabe dónde está. No
hay vínculos. Ni le importa Cataluña, ni España, ni nada. Le importan
su dinero y sus negocios. Es tan destructiva que se le han de parar los
pies, porque pone en peligro la supervivencia. (...)
Volviendo a la utopía independentista. ¿Qué cree que pasará este otoño en Cataluña?
Me da la impresión de que mucha gente se pensaba que el año 2014 ya
seríamos independientes. Era ilusorio, pero lo creían. Ahora estamos
un poco peor de lo que estábamos. Creo que esto llevará a una cierta
desmovilización. Me parece difícil que se pueda mantener el nivel de
movilización que se logró el 11 de septiembre del año pasado. Este año
la movilización quizá sea inferior.
El tema Pujol
tendrá repercusión. Y también la incertidumbre del propio proceso.
Está oscuro. Puede comenzar la frustración. Y probablemente llegará el
9 de noviembre. Tal y como se plantea ahora, el 9 de noviembre es una
frustración anunciada.
No se podrá votar. ¿Cómo hay que votar si los
demás están en contra? Si el Tribunal Constitucional suspende la
consulta, ¿alguien sacará las urnas en la calle? Puede pasar de todo.
Imaginemos que suspenden la autonomía. Estamos mucho peor de como
estábamos.
Hay quien ha pedido que encarcelen Artur Mas.
Puede pasar. Se lo están poniendo demasiado bien al PP para que utilice el tema catalán para hacer una machada
e intentar reagrupar a los suyos. El PP está en caída libre de votos y
el año que viene tiene dos elecciones importantes. Cerrar el puño
sobre Cataluña es una manera de reagrupar a su gente.
Dentro del PP hay
gente que recrimina a Rajoy que ha sido demasiado paciente, demasiado
tolerante, demasiado débil. Si miramos atrás, desde la transición el PP
ha utilizado siempre el tema del País Vasco, de ETA, para reforzarse.
El tema vasco ha acabado, en cierto modo. Ahora le va muy bien el tema
de Cataluña.
Le sorprende que el País Vasco no tenga más protagonismo en este debate?
El País Vasco está esperando a ver qué pasa. Había llegado a una
tensión demasiado grande. ETA reventó la vía democrática. Se polarizó
mucho la sociedad vasca. Era un debate muy amargo. Hace diez años fui a
San Sebastián, como concejala responsable de Educación del
Ayuntamiento de Barcelona, para hablar de unos proyectos escolares.
El alcalde, Odón Elorza, me comentaba que los institutos había
enfrentamientos brutales entre los diferentes bandos y él quería
rebajarlos, favoreciendo el diálogo, la argumentación, conectar de otra
manera... Decía que estaban creando generaciones que salían con las
piedras en las manos. Habían llegado a un nivel tan grave de tensión
que se tenía que bajar a toda costa.
Ahora están en el periodo de
bajada. El plan Ibarretxe no salió adelante. Están un poco al acecho
de lo que pueda pasar en Cataluña. Dejan que "tire millas" y que, si
hay un batacazo, sea para nosotros. Cataluña está haciendo esto en
solitario. Nadie le apoya. (...)" (Entrevista a Marina Subirats, Siscu Baiges
- Barcelona, eldiario.es, 01/09/2014)
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