"Sea cual sea la decisión que finalmente determine el desenlace de la
consulta prevista para el 9 de noviembre será insatisfactoria para
todos. No parece que vaya a haber una decisión rupturista, de echarse al
monte o tirar pel dret, sino un término medio por el que algo se
votará, en forma de consulta al estilo de Arenys de Munt, o en forma de
elecciones.(...)
Que el desenlace deje insatisfechos a todos, sin embargo, no es mala
cosa. Lo malo sería que una de las fracciones ganara la partida.
(...) La segunda lección que deja Escocia recoge una idea expresada al día
siguiente del referendum por el politólogo escocés Michael Keating:
“Gobernar un país con una Constitución que solo apoya el 50% es
imposible”.
Lo más dramático de un referéndum que plantee la secesión es
que el sí gane por una mayoría escueta. No puede ser bueno, ni
seguramente democrático, que la mitad de los electores decidan construir
un país extraño para la otra mitad.
Aunque en tiempos de globalización
es del todo improbable que un país se transforme radicalmente por el
hecho de tener algo más de soberanía, ese cambio es lo que la gente
percibe y espera de la ruptura. Por eso en Canadá optaron por una ley
que, además de proponer una pregunta que no confundiera a los votantes,
exigía que la mayoría que determinara el resultado de la votación fuera
cualificada. (...)" (
Victoria Camps
, El País, 30 SEP 2014)
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