"Como se sabe, Escocia celebrará un referéndum sobre su independencia el
18 de septiembre de 2014, fruto del acuerdo alcanzado por el gobierno
central británico y el ejecutivo autónomo escocés. Según datos de las
últimas encuestas, prevalece una intención de voto contrario a la
secesión del Reino Unido de alrededor de la mitad de los encuestados. (...)
Hasta la fecha, el debate sobre la independencia en Cataluña ha girado
principalmente en torno a aspectos identitarios. Algunas elites
nacionalistas insisten que Cataluña no es España, ni quiere seguir
siendo parte de ella. Poco importa que los catalanes hayan manifestado
un alto grado de ‘identidad dual’ mediante la cual se expresa una
pertenencia política compatible con España y Cataluña.
En los últimos 30
años, los catalanes han reiterado una menor identidad ‘exclusiva’ en
comparación con la expresada por los escoceses. La autoidentificación
del ‘soy sólo catalán, no español’ sería incompatible con la identidad
española y legitimaría sociológicamente las aspiraciones por la
independencia política.
En 1986, cuando se realizó en Escocia la primera
encuesta identitaria con la conocida como Moreno question,
un 39% de los encuestados declaraban que se consideraban ‘sólo’
escoceses, sin compartir en ningún grado o medida su autoidentificación
con Gran Bretaña.
Después del tiempo transcurrido, el porcentaje
identitario exclusivo se ha mantenido estable. En Cataluña, y por
aquellas fechas de mediados de los ochenta, apenas un 9% de los
encuestados se declaraban ‘sólo’ catalanes. (...)
Paradójicamente, aunque los catalanes dicen sentirse menos ‘exclusivos’
que los escoceses y, por derivación sociológica, estarían menos
predispuestos a la secesión soberanista, la agitación nacionalista en el
Principado parece haber alcanzado mayores niveles de intensidad que en
la Caledonia británica, donde la argumentación racional de ‘pros’ y
‘contras’ sobre la independencia se ha desarrollado hasta ahora en un
cierto clima de desapasionamiento. (...)
Ante tales percepciones, no pocos nacionalistas escoceses
envidian la ‘inteligencia emocional’ desplegada por sus homónimos
catalanes para galvanizar a la opinión pública y mantener el impulso
del apoyo a la secesión. A resultas de ello se habría intensificado un
discurso sobre aquellos aspectos que refuerzan apasionadamente el
rechazo hacia Madrid (elites centralistas) con la reiteración, por
ejemplo, del cliché, Espanya ens roba.
Los
secesionistas catalanes, en suma, habrían desplegado una estrategia
efectiva a fin de motivar al endogrupo (Cataluña) y mantener un alto
nivel de disputa con el exogrupo (España). Todo ello procuraría mantener
la compulsión autoafirmativa del ‘sí se puede’ que movilizó a buena
parte de la población catalana el pasado 11 de septiembre.
Ya las
observaciones de Thorstein Veblen sobre el ‘efecto demonstración’
apuntaban a su funcionalidad para conseguir objetivos inalcanzados en el
pasado. Predominan en la agitación nacionalista catalana los elementos
culturales, las interpretaciones etnoterritoriales y, claro está, las
más contingentes expectativas materiales de arribistas apenas salidos
del ‘armario autonómico’ para profesar la fe independentista del nuevo
converso.
Hasta la fecha, el debate en Escocia se ha
desplegado con la ponderación característica de la patria de Adam Smith,
David Hume o de los pensadores de las escuelas del Democratic Intellect y el Common Sense.
Ha predominado en la campaña del referéndum escocés una ‘racionalidad’
argumentativa en el escrutinio de los diferentes puntos de vista,
normalmente sustentada en datos y evidencia empírica contrastable.
Así,
por ejemplo, el Gobierno conservador-liberal británico ha emplazado al
ejecutivo escocés (con mayoría nacionalista en el Parlamento Escocés) a
que se posicione respecto a si sería la libra esterlina o el euro la
moneda de curso legal en una eventual Escocia independiente. La directa
interpelación cuestiona en no poca medida la viabilidad de una política
monetaria soberana en una futura Escocia independiente. (...)
Además, se recuerda que los ingresos por la explotación
del petróleo del Mar del Norte, extraído en las costas escoceses, ha
reportado a las arcas británicas en concepto de tasas y derechos de
extracción una cantidad no menor a los 300 millardos de libras
esterlinas (equivalente a la mitad del total de la deuda pública
española). A pesar de las reiteradas peticiones del SNP ( Scottish National Party, partido nacionalista escocés) nunca se estableció un fondo escocés con ingresos procedentes de la explotación petrolífera.
Parece, pues, que los nacionalistas escoceses han reeditado ahora una
línea de argumentación más emocional como sucedió a principios de los
años 1970s cuando clamaban: ‘ It’s Scotland’s oil!’
(¡Es el petróleo de Escocia!) y que dieron un espectacular empuje a sus
aspiraciones electorales.
Entonces el SNP pasó de obtener un respaldo
electoral del 12,8% en 1970 al 30,6% del voto popular en las elecciones
de celebradas en octubre de 1974. El ejemplo de Noruega, anhelado como
el Norwegian Dream, un país vecino con análogas
características sociodemográficas y de recursos naturales, aparecía
entonces como un referente en el imaginario político de los escoceses
que validaba no sólo emocionalmente sino racionalmente la opción por la
independencia. (...)
Un postrera demanda: ¿por qué es tan estruendoso el silencio de
intelectuales y expertos en los temas aquí enunciados? De ellos, como
agentes de cambio, cabría esperar una mayor implicación en el debate
público, enriqueciendo las discusiones y neutralizando a los
conglomerados mediáticos ya posicionados sectariamente en el debate. Su
deber cívico es refutar la pretendida remisión a la esfera privada de
asuntos que conciernen al bienestar del conjunto ciudadano y al futuro
de nuestras sociedades." (Luis Moreno Fernández
, eldiario.es, 01/06/2013)
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