"Esta
primera etapa fue propiciada por una serie de textos legislativos, que
se escalonan entre 1975 y 1992 y que se fundamentan en la Constitución
de 1978 y el Estatuto de Autonomía de 1979. En esta primera etapa, se
pueden diferenciar claramente dos fases.
· Primera fase (1975-1982): enseñanza obligatoria del catalán y experimental en catalán.
En 1975, se autoriza, con carácter experimental y como materia
voluntaria, la enseñanza del catalán. En 1978, dos nuevas disposiciones
regularon la incorporación efectiva y obligatoria de la enseñanza del
catalán, en los niveles no universitarios, a razón de 3h. semanales.
Esta incorporación implicó, en BUP, una reducción del horario del
español y de otras asignaturas. Por otro lado, existió la posibilidad de
impartir “programas sólo en lengua catalana o castellana”,
previa autorización de la Comisión mixta (MEC-Generalitat), en función
de la lengua materna de los alumnos, de la elección de los padres y de
los medios disponibles.
Además, se precisa que había que acoger a los
niños en su lengua materna (catalán o castellano). En esta fase no se
habla todavía de “normalización”, sino del “proceso de incorporación de la lengua y cultura catalanas al sistema de enseñanza de Cataluña”.
· Segunda fase (1982-1992): enseñanza obligatoria del catalán y en catalán.
Con tres nuevas disposiciones, en las que se habla, impropiamente y por
primera vez, de “normalización” lingüística, se pretende profundizarla e
intensificarla, siguiendo el camino trazado en la fase anterior. En
efecto, se pretende implantar y generalizar la enseñanza del y en
catalán y español, en todos los niveles educativos no universitarios.
Sin embargo, se precisa que los primeros aprendizajes deben ser
asegurados mediante la enseñanza en la lengua habitual (propia) de los
niños, ya sea ésta el catalán o el español; esto constituye un derecho
que la Administración debe garantizar y que los padres pueden ejercer. (...)
· En la etapa “pre-normalizadora”
(años 60 y 70) y en esta primera etapa normalizadota (1975-1992),
triunfaron las tesis coincidentes de Rosa Sensat y de Miquel Siguán: triunfaron
la razón, el sentido común, la equidad, los principios pedagógicos y
psicolingüísticos, así como el respeto de los derechos lingüísticos de
los alumnos y de los padres, sobre los criterios de naturaleza política y
nacionalista, defendidos por Omnium Cultural. Por este motivo, durante todo este periodo, se aplicó una política de normalización lingüística flexible, racional y razonable.
Con ella se intentó dar satisfacción a las demandas de los padres,
adecuar el ritmo y la intensidad de la normalización a los distintos
tipos de alumnos, siguiendo los dictados y aportaciones de las Ciencias
de la Educación, así como tratar de alcanzar progresivamente un
bilingüismo equilibrado, castellano/catalán.
· Ahora bien, este triunfo no
fue el resultado de una reflexión sosegada y profunda, por parte de los
responsables de la política lingüística, sobre el peso, el valor y la
pertinencia de los principios y argumentos psicopedagógicos de Rosa Sensat.
Esta elección fue, más bien, el resultado de la coyuntura del momento.
En efecto, en esta primera fase, los responsables políticos tuvieron que
ser prudentes con el ritmo y extensión inicial de la mal llamada “normalización del catalán”,
por una serie de motivos: por un lado, no había que provocar el
rechazo, la resistencia y las protestas de los ciudadanos de Cataluña;
por otro lado, no había profesorado suficiente y bien formado para
asegurar la enseñanza masiva del y en catalán; en fin, tampoco estaban
listos y disponibles los libros de texto y el material didáctico para
llevarla a cabo.
· En
1992, estas deficiencias habían sido ya subsanadas gracias a la
creación de departamentos de Filología Catalana en todas las
universidades de Cataluña, a las Escuelas de Formación de Maestros y a
un gran esfuerzo editorial (material didáctico y libros de texto).
Por
otro lado, los resultados de esta primera normalización no satisfizo ni
las expectativas ni las previsiones de los responsables de la misma. En
efecto, para los nacionalistas de derechas, de centro o de izquierda, el
ritmo de la normalización había sido demasiado lento y los resultados
no habían sido los esperados.
Y esto era muy grave, ya que ponía en
entredicho la “construcción nacional”, que se cimenta y que encuentra su
justificación en la lengua propia de una parte minoritaria de la
ciudadanía catalana; lengua que ha sido, es y será, para los
nacionalistas, no sólo el punto de apoyo sino también la palanca con la
que pretenden remover, destruir y rehacer el mapa territorial de la
Península Ibérica.
· Por
todo ello, en 1992, el Gobierno de la Generalitat de CiU —apoyado por
la oposición de ERC, ICV-EUiA y PSC— cambió totalmente de estrategia:
abandonó la “normalización flexible, racional y razonable” (tesis de Rosa Sensat y Miquel Siguán) y adoptó y empezó a aplicar una “normalización radical”
(tesis de Omnium Cultural), la llamada “inmersión(...)" (Manuel Cabezas González, 05/03/13)
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