2/10/14

Escocia negociará con Londres las competencias que la homologuen a las autonomías españolas... pues vaya

"La vía escocesa del referendo, que tanta envidia, “sana envidia”, despierta en los nacionalismos catalán y vasco, concluye colocando a Escocia en la casilla de salida de un proceso autonómico, a la espera de negociar con Londres las competencias que, particularmente en materia fiscal, pueden homologarlo a las autonomías españolas. (...)

Ahora que la onda del diapasón referendario-soberanista vuelve a cabalgar por parámetros más controlados y las tensiones se rebajan, cabría preguntar a los escoceses si les han merecido la pena estos largos meses de discusiones, divisiones e incertidumbres, por mucho que hayan dado un ejemplo de civismo colectivo difícilmente reproducible en nuestras latitudes. 

Los amigos de las emociones fuertes dirán inmediatamente que sí, y también los irresponsables que obvian por sistema las consecuencias de sus actos, pero, visto el resultado, puede que muchos ciudadanos se pregunten estos días si el referendo era la única salida a las aspiraciones escocesas y si los debates, algunos fructíferos y aleccionadores, no habrían podido tener otro formato.

Cabría preguntárselo, sobre todo, fuera de micrófonos y en un momento de confidencias y franqueza, a los políticos que los condujeron a la ramplona opción binaria del sí o no y colocándolos ante el panorama de la fractura interna y la ruptura con sus convecinos. Por algo Alex Salmond había anunciado que no volvería a convocar más referendos.

 Tras superar dos consultas soberanistas que pusieron a prueba su cohesión política y social y sus afectos y estabilidad identitarios, muchos quebequeses han acabado por aborrecer ese recurso independentista altamente desestabilizador. 

Eso ocurre con nacionalismos presentables, tolerantes y respetuosos, que no infunden miedo, que no se permiten reacciones sectarias ni agresivas, que no pretenden homogeneizar cultural y políticamente a los ciudadanos, ni se sienten superiores a sus vecinos. El referendo, la “más bella” expresión de la democracia, a decir de algunos, se cobra su precio social, político y económico, además de aportar una sobredosis de excitación identitaria que puede resultar indigesta. (...)

No es el caso de nuestros nacionalistas catalanes y vascos. Tras décadas de democracia y de un proceso autonómico continuado y no correspondido con lealtad estatal, los independentistas periféricos españoles ansían más que nunca establecer la consulta plebiscitaria soberanista

 Da igual que hayan votado ya más de medio centenar de veces desde la instauración de la democracia y que las leyes aprobadas también con el concurso catalán no permitan los referendos independentistas. Es como si hicieran tabla rasa, como si no hubieran votado en su vida ni decidido el curso de la historia de su comunidad y de España.

 Pero si cientos de miles de catalanes, entre ellos personas como el jugador de fútbol Xavi Hernández que habían mostrado con naturalidad su doble condición de catalán y español, se manifiestan en la calle convencidos de que se les “prohíbe votar y decidir el futuro”, es que España y Cataluña tienen un serio problema. ¿La democracia española no resulta humillada con esos juicios?  (...)

El referendo escocés, autorizado por Londres en la creencia engañosa de que el rechazo a la independencia sería abrumador, ha vuelto a romper el principio de que la autodeterminación solo puede aplicarse a las situaciones coloniales y que los estados democráticos son indivisibles. 

De nuevo Quebec y el Tribunal Supremo de Canadá marcan la pauta del qué hacer en el caso de que la mayoría de un territorio manifieste una voluntad inequívoca de separarse.  (...)"             ( , El País, 19 SEP 2014)

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