(...) Que un cacique bajo sospecha se permita, en su infinita desfachatez,
abroncar a los diputados que le interrogan sobre su fortuna es un
espectáculo que no puede sino abochornar a cualquier demócrata por
cuanto reduce la majestad del Parlamento a la miseria de una barra de
taberna.
Lo ocurrido el viernes es también la prueba de la catadura de
ese nacionalismo dispuesto a envolverse en la bandera para tapar sus
vergüenzas, ocultar su dinero y desviar la atención por el desfiladero
de la secesión. El “caso Pujol” es idéntico al “caso Millet”, el del
Palau, con la diferencia de que don Jordi ha sido durante 23 años
presidente de la Generalitat y padre putativo de la “patria” catalana.
El “caso Pujol” es también el “caso CiU” y, con alguna honrosa
excepción, el de toda una clase política que cerró los ojos, consintió,
dejó hacer, particularmente el de esa izquierda dispuesta a embarcarse
en un nacionalismo identitario y retrógrado con olvido del
internacionalismo proletario.
El viernes era el día adecuado para que
CiU, y no digamos ya la ERC del predicador, el ayatollah Junqueras, se
desmarcaran de ese patético personaje que, cogido con las manos en la
masa, pretendió seguir dando lecciones de moral mientras severamente
regañaba a los diputados. No lo hicieron.
Ambas formaciones dejaron
pasar la oportunidad, particularmente CiU, lo que viene a demostrar que
el señor Mas no es sino una mera elongación de la mano, hoy frágil y
temblorosa, de un Pujol que siempre ha manejado los hilos de esta
Cataluña a la deriva. (...)
Lo decía la noche del viernes alguien tan poco sospechoso de
centralismo como Joan Herrera, de ICV: la sociedad catalana está
obligada a reflexionar ante espectáculos como el ofrecido por Pujol.
Algún día, alguna vez, esa sociedad deberá mirarse en el espejo de sus
miserias para descubrir el engaño de que ha sido objeto y denunciar a
los embaucadores.
La deriva del nacionalismo cleptómano de CiU y
compañía en estos años no hace sino evidenciar el tremendo déficit
democrático en que ha vivido Cataluña en este tiempo, bajo la dirección
de un grupo de poder empeñado en enriquecerse a toda costa, de espaldas a
las necesidades de un pueblo llano que algún día, alguna vez, se dará
cuenta de que no necesita más aventuras, ni más autonomía, ni mucho
menos la independencia, sino más democracia, más calidad democrática, y
controles, muchos controles democráticos, esos controles que han fallado
clamorosamente en la República Independiente del Tres por Ciento a la
hora de detectar cómo unos cuantos se lo estaban llevando crudo. (...)" (Esencia nacionalista: viernes, corrupción; sábado, patria, de Jesús Cacho en vozpopuli.com, en Caffe Reggio, 28/09/2014)
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