23/9/19

He sido del Partido Socialista toda la vida (85 años), y nunca me habían llamado «fascista», hasta ahora. ¿Cómo puede ser? Se la veía injustamente estigmatizada. Fascista. No le entraba en la cabeza, a ella, que había sufrido el fascismo y se había sublevado... Créame, vieja y desconocida luchadora, no hay mayor orgullo que ser acusada de fascista por los discípulos de Mussolini...

"Hace poco me invitaron a un desayuno de los de horquilla. A cambio de decir unas palabras y responder a preguntas de los asistentes, podía comer y beber sin límite y de gorra. Los pobres siempre aceptamos estas cosas, lo remarco porque vuelvo a tener hambre, a ver si algún lector toma nota. Nadie me preguntó nada sobre mi vida íntima y sí sobre política, es decir, justo al revés de lo que yo esperaba según mis conocimientos. Cuando la gente se iba, se me acercó una señora, 85 años me dijo que tenía.

- ¿Cómo cree que acabará todo esto? Yo nunca había visto nada igual.

 La primera intención fue tomármelo a broma (...) Pero algo me hizo parar, algo en aquella señora frenó mi sarcasmo, algo no ligaba en la situación. Entonces me di cuenta. La pobre mujer estaba a punto de llorar.

- He sido del Partido Socialista toda la vida, y nunca me habían llamado «fascista», hasta ahora. ¿Cómo puede ser? Ve alguna solución, aunque ya soy mayor y yo ...

Sus ojos se le iban humedeciendo mientras charlaba, llegué a ver lágrimas, que si bien no derramaban, estaban a punto. Y hablaban. Eran las lágrimas de una mujer que había sufrido, había luchado y había procurado hacer el bien. 

No la conocía, pero estas cosas no se me escapan. Se la veía preocupada, se la veía segura que ella, 85 años ya, no llegaría a ver la solución, pero se la veía todo injustamente estigmatizada. Fascista. No le entraba en la cabeza, a ella, que había sufrido el fascismo y se había sublevado. Quizá incluso le había robado seres queridos. Fascista. Y las lágrimas allí.

 Le remarcqué que no he visto al PSOE, pero tampoco al PP, ni a lo que quede de los comunistas, ni siquiera a Vox -el coco fascista con que nos amenacen-, reventar actos políticos de quien no piensa como ellos, hacer pintadas en las sedes de los partidos rivales, señalar comercios desafectos al régimen, ni cortar carreteras o vías de tren para intentar influir en tribunales de justicia. 

Actos de primer curso de fascismo, que en cambio observo a menudo en grupos que pretendían -los dioses nos guarden por todas- construir una republiqueta a su medida.

 Quizás no era necesario. Hubiera sido suficiente de mostrarle este escrito: «hay que hacer hegemónica nuestra identidad nacional. Ser ciudadano de este país tiene que significar, por ejemplo: ser más culto (hay indicadores que lo permiten asegurar, como el índice de lectura, de consumo cultural, etc.), pertenecer a una sociedad más moderna, más avanzada , con un mayor grado de bienestar social, ambiental y cultural, ser más cívico, libre, solidario y plural al mismo tiempo, y ser más cercano a los modelos culturales sociales y económicos europeos ». 

Y explicarle que eso no lo escribieron en los años 20 los ideólogos del fascismo italiano, sino que forma parte del Programa 2000 que Jordi Pujol diseñó hace 30 años para la Cataluña del futuro, la de hoy. Y que Presidentorra y quien vive en todo tren en Waterloo son sus herederos, no genéticos -como Puigdemont acusa de ser los dirigentes españoles respecto del franquismo sino ideológicos, que es mucho peor porque implica una elección querida.

Créame, vieja y desconocida luchadora, no hay mayor orgullo que ser acusada de fascista por los discípulos de Mussolini."                          (Albert Soler, Diari de Girona, 19/09/19)

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