"Mientras el grupo de los Raventós soporta nuevas pérdidas, sus ventas
han resistido algo mejor, pero también caen. Su volumen de negocio se
ha colocado en 174 millones a cierre del pasado año, lo que supone un recorte del 3,3%.
No
es la primera vez que el cava acaba pagando los platos que rompen
otros. En 2012 ya sufrió un boicot cuando el entonces vicepresidente
catalán Josep Lluís Carod Rovira (ERC) se negó a apoyar la candidatura de Madrid para los Juegos Olímpicos.
El cava quedó entonces como un producto en tierra de nadie: español
en los mercados exteriores y catalán fuera de Cataluña. Aunque el
presidente de Freixenet, Josep Lluís Bonet, ha hecho
abundantes declaraciones a favor de la unidad de España y de que la
principal característica del cava es que es un vino español, no ha sido
suficiente.
O lo peor, a lo mejor le ha perjudicado en Cataluña, algo
que no le ha pasado a Codorníu, que se ha mantenido en un segundo plano
pese a que su presidenta, María Raventós, ni habla catalán.
Sin
embargo, es difícil dilucidar qué parte de la caída se debe a la
situación política y cuál hay que imputar a la crisis del consumo. Según
el Ministerio de Agricultura, la venta de vinos y espumosos cayó en 2013 un 3,7%.
En este sentido, el recorte de las ventas de Codorníu iría en esta
línea, mientras que el de Freixenet sería muy superior. Según el Consejo
Regulador del Cava, en 2013 se produjeron 241,3 millones de botellas, un 0,7% menos que en el año anterior.
En
el caso de Cataluña hay que tener en cuenta que en 2013 los
funcionarios de la Generalitat no tuvieron paga extra de Navidad,
precisamente el momento de máximo consumo de cava. Las familias
prefieren recortar antes en este tipo de productos que, por ejemplo, en
los juguetes de los niños. (...)" (Marcos Lamelas. Barcelona, El Confidencial, 02/10/2014)
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